A más de 40 años del Golpe de Estado, ahijada "desconocida" de Allende relata su historia
historia. Durante este periodo viñamarina guardó con celo su cercana relación con el exPresidente. Hoy decide contarla.
Deben ser 30 o 40 las fotos que Roxana Allende Núñez conserva "bajo siete llaves" del exPresidente Salvador Allende Gossens, los integrantes de su familia y ella. La viñamarina las tiene en un sobre viejo y cerrado, donde también mantiene una especial tarjeta de saludo previo a uno de sus cumpleaños.
"29 de Julio de 1972. Para mi ahijada Roxana, para que sea siempre una buena compañera y una muy buena alumna. Con cariño de su padrino Presidente. Tío Chicho", dice la tarjeta que lleva la rúbrica de Allende con lápiz pasta azul y que tiene impreso en dorado el logo de la Presidencia de la República.
Hoy de 48 años, esta "ahijada" hasta ahora desconocida del mandatario socialista, decidió dar a conocer su historia para describir aspectos cotidianos y poco conocidos del exPresidente, que vivió en un momento de máxima tensión política en el país que culminaría con el Golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973.
Gratos momentos
Gratos momentos
Sobrina de Carlota Nuñez Triviño, conocida como "tía Loty" -"nana" de Beatriz Allende, la mayor de las tres hijas del médico junto a Isabel, hoy presidenta del Senado, y Carmen Paz-, Roxana vivió con ella parte de su infancia en la residencia que Beatriz y su marido Luis Fernández Oña tenían en Las Condes, específicamente en la intersección de las calles Colón y Martín Alonso Pinzón. Allí, por algunos años, compartió a diario y fue compañera de juegos de Maya Fernández Allende, hija de Beatriz y hoy diputada (ver Nota Relacionada). De hecho, en varias imágenes se les ve juntas en cumpleaños o en las piscinas de El Cañaveral, camino a Farellones, donde la familia descansaba privadamente.
En su memoria guarda la imagen del exPresidente en la sala-escritorio que tenía en su casa de Tomás Moro. Allí colocaba un caimán disecado apuntando a la puerta para evitar que Maya y ella ingresaran a jugar. También rememora que junto a Gonzalo Meza, hijo de Isabel, compartían el hecho que ambos usaban suecos y Allende los envolvía juntos en una hamaca. Lo otro que hacía con Gonzalo -cuenta- era dar "unos tremendos portazos" con la puerta de vaivén que comunicaba la cocina y el comedor.
"Vivimos juntos con Beatriz entre los años 1970 y 1973. Me recuerdo que ella era una mujer maravillosa, cálida, entretenida, muy maternal. Si yo hacía una travesura y me dejaban castigada, como la casa tenía dos entradas, ella iba por la segunda y me sacaba de la casa. Así de cómplices éramos", comenta.
El gran cambio
Asegura que "las cosas más lindas, las primeras muñecas, mi primera bicicleta me las regalaron el tío Chicho y la tía Beatriz". Es más, dice que cuando siente olor a puro o habano, todavía se le viene a la memoria el marido de Beatriz, ya que "él fumaba mucho todo eso".
Fue ese tipo de hechos los que llegaron a un abrupto final luego del 11 de septiembre de 1973, cuando Roxana tenía 8 años recién cumplidos.
"En Santa Inés vivía mi mamá y con la Loty veníamos de visita... y cuando fue el Golpe era todo como muy rápido, muy violento, confuso. En una ocasión llegaron carabineros a la casa donde estábamos en Viña y nos fueron a decir que teníamos que sacar las cosas de la casa de Las Condes, desocuparla, porque ya había sido allanada". Al llegar a Santiago, encontró un camión "Progreso" en la puerta de la casa y decenas de militares. "Nos pedían sacar las cosas rápido. A mí me dio susto y me pegaron con la parte de atrás de un arma para que me callara".
Luego vendría una permanente peregrinación por diversas casas que partió en Las Condes, continuó en Peñalolén, siguió en Ñuñoa y terminó en una mediagua de un pasaje de Lo Hermida.
Recuerda que en esta última "podían estar las camas hechas, pero por varios meses tuvimos que dormir en el suelo porque con los allanamientos y los tiroteos, amanecíamos con la mediagua llena de hoyos", y explica que en una ocasión le llegó un balín en un pie, que se lo extrajeron en un hospital de campaña de la Cruz Roja.
la "Ahijada"
Sobre su relación de "ahijada" del otrora mandatario explica que, dado que su padre biológico "no existió nunca" y tenía una cercana relación con la primera autoridad nacional, cuando la inscribieron en Providencia le colocaron por apellido Allende, y así poder entrar al colegio. Hasta ese entonces, específicamente 1971, "yo no tenía apellido", reconoce.
"Como no estaba registrada en el Registro Civil, fue en el año 1971 que me inscriben en Providencia. En alguna ocasión llegó el tío Chicho, le pasó un montón de papeles a la tía Beatriz y a la Loty, y me dice "bienvenida a la familia, eres mi ahijada". Pero, para mí no fue tema, yo era chica", dice.
Sobre las razones por las que no comentó con anterioridad su relación con la familia Allende y la guardó por más de 40 años dice que fue porque así se lo pidió su abuela, ya fallecida. Sin embargo, hoy considera que es el momento de hacerlo.