La Presidenta de la República, Michelle Bachelet, envió ayer al Congreso Nacional el proyecto de ley que destina 500 millones de dólares para iniciar la reconstrucción de la zona afectada por los grandes aluviones en el norte.
Es ajustado el término "iniciar", pues la reconstrucción, tanto en el norte como en Valparaíso, son tareas que van mucho más allá de las necesarias y cuantiosas inversiones.
El domingo, entretanto, hubo protestas, indignación, en las dos zonas siniestradas, que dan cuenta de dudas sociales ante la acción oficial. Los millones en marcha son un paso, pero la reconstrucción solo será efectiva cuando se logre rescatar la confianza pérdida. Ese es uno de los grandes desafíos de la hora actual.
El factor común en esos casos es que en buena medida ambas tragedias se pudieron evitar con acciones preventivas, esas que siempre se "descubren" una vez ocurridos los hechos. Por lo anterior, es fundamental considerar en la tarea de reconstrucción, junto con eficiencia, prolijidad y rapidez, reconstruir la confianza. Ello se logra escuchando a las comunidades afectadas y dando respuestas oportunas a las demandas. Las respuestas por un lado son materiales, obras, y por otro son las informaciones precisas, con explicaciones al alcance de todos, de las tareas en marcha.
Hay que dar cuenta del desarrollo de los trabajos con claridad y franqueza. La función comunicacional de la autoridad no es para agradar, sino para que los afectados tengan elementos de juicio y afronten realidades complejas, como la demora en las obras, por ejemplo, y puedan ser partícipes de la tarea corrigiendo y orientando. La franqueza, la verdad, nunca están demás. Churchill anunció "sangre, sudor y lágrimas". Esa sería la ruta de la victoria final.
Lo peor son las promesas y los proyectos que se pierden en el tiempo. Los damnificados, los que viven día a día la tragedia, desarrollan una particular buena memoria. Así la traición del anuncio incumplido llega el alma, haciendo perder la confianza en la sociedad y en las instituciones.
Reconstruir no es solo hacer casas, calles, caminos o puentes. También es ocuparse de las personas, ponerse en su papel, entender su impaciencia, acompañarlas en el sufrimiento, escucharlas y, lo reiteramos, hacerlas participar.
Hay que hacer sentir a los afectados que las soluciones están en marcha y que esa meta es compartida por quienes tienen cuotas de poder y que en lograrla todos están trabajando, unidos, sin diferencias, dejando a un lado dogmatismos y divergencias políticas que solo contribuyen a acentuar la desconfianza y la desesperación.