Parlamentarismo
La consolidación del Estado y del Gobierno en Chile se debió, principalmente, al establecimiento de un régimen presidencial con marcados rasgos monocráticos, a partir de 1830. La Constitución Política que lo enmarcó desde 1833, con todo, contenía elementos que permitían su interpretación en sentido parlamentario y tal interpretación se impuso desde fines de 1891 gracias a una guerra civil. Precisamente por ello no se modificó la Constitución de 1833, y se impuso de hecho, sin protesta, la idea básica de que el gabinete designado por el presidente de la República debía contar con la confianza de ambas cámaras para mantenerse en su cargo. Ciertamente ese es uno de los componentes del régimen parlamentarista, pero no el único; y hubo varios que hicieron defecto, lo cual hizo que el régimen fracasara, hasta terminar sustituido por otro de naturaleza presidencialista merced a la Constitución de 1915. La Constitución de 1980 acentuó ese presidencialismo.
Durante mucho tiempo yo pensaba que el presidencialismo era el régimen conveniente para Chile y que el parlamentarismo debía ser evitado a toda costa. Hoy ya no pienso así. En esta materia, por sobre las teorías deben primar las ventajas prácticas. Si hacia 1973 Chile hubiera estado regido por un régimen parlamentario, el país se hubiera desembarazado de Allende y su Unidad Popular en las elecciones de senadores y diputados de marzo de 1973, donde los partidos opositores (Confederación por la Democracia, que agrupaba al Partido Nacional, al Demócrata Cristiano y a buena parte del Radical, más otro menores) consiguieron la mayoría absoluta, aunque no tanta como para destituir al Presidente merced a una acusación constitucional. Bajo un régimen parlamentario, Allende hubiera tenido que renunciar o llamar a nuevas elecciones. Retrospectivamente miradas las cosas, no hubiera sido necesario, como lo fue, el pronunciamiento militar de septiembre de 1973. En las actuales circunstancias, en que el desprestigio y la impopularidad del gobierno de la Sra. Bachelet y de su Nueva Mayoría o Nueva Unidad Popular son algo ostensible, es probable que la existencia de un régimen parlamentarista nos pudiere librar fácilmente de él.
Un buen sistema de gobierno es aquel que resuelve con eficacia los conflictos y las crisis. El gobierno parlamentarista está en ese caso. Otra cosa es fijar cuáles sean las facultades del Congreso Nacional, en lo cual el presidencialismo lleva ventajas.
Alejandro Guzmán