La semana pasada, de manera extraordinaria, el Senado sesionó con el fin de tratar los hechos de violencia que hace ya bastante tiempo afectan a La Araucanía. El fin, no analizar ni profundizar la temática mapuche, ni temas político partidistas, sino que analizar los hechos de violencia que ya gran parte del país conoce, con el fin de que el Gobierno, vía su ministro del Interior, diera respuesta a las inquietudes planteadas por la sala.
Fue grande mi decepción al escuchar cómo muchos de los presentes intentaban dar algún contexto o justificación a la existencia de terrorismo en la región, como si quemar viva a una pareja en su casa, atentar contra casi 200 camiones este año y tener en pánico a una población completa fueran actos defendibles o excusables. Puedo decirlo con conocimiento de causa. Fui a Temuco invitada por Paz Para La Araucanía. Me tocó conocer a miembros de su directiva, muchos de ellos descendientes de colonos, otros descendientes de mapuches, pero todos ellos, por igual, víctimas del terrorismo, víctimas del yugo de quienes de manera impune atentan contra la paz, la seguridad y la tranquilidad de miles de personas.
Pero si bien el fin de la sesión fue algo esquivo, creo que quien está llamado y mandatado a poner solución definitiva a esta crisis es el Gobierno. La deuda que tienen con La Araucanía y con el país completo es enorme. No solo porque la respuesta práctica de sus agencias, tales como la ANI, ha sido (incluso según sus propios dirigentes) poco fructífera, sino porque han tratado este tema como algo aparte a la realidad nacional, como si La Araucanía fuera un apéndice.
Quiero ser clara, en mi opinión, ningún gobierno, ni siquiera el que yo apoyé, ha hecho lo suficiente (ni lo mínimo) por solucionar las problemáticas que hoy derivan en la violencia sin límite que se está viviendo en La Araucanía, violencia que, sin ningún eufemismo de por medio, debemos llamar terrorismo.
Lo que sucede en La Araucanía debiese importarnos a todos. No hay que pensar que porque estamos lejos o no habitamos la región no nos atañe. Todo lo contrario, nos afecta de manera directa. Es cosa de mirar lo que está pasado en París, Londres, California, Madrid, etc. El terrorismo no es un resfrío, es una enfermedad que se enquista en las sociedades y permanece por años, incluso décadas. No tenemos que ir muy lejos en nuestra región para ver cómo sufrió el pueblo colombiano por algo que alguna vez pensaron sería mucho menos de lo que terminó siendo.
Lo de La Araucanía no es tema de izquierdas o derechas. Es un tema de todos y, por lo mismo, hay que enfrentarlo con voluntad política. Esto no es algo que se combata cada 4 años o cada vez que algo horrible sucede, sino que hasta que la paz se restablezca de manera definitiva. Pero por sobre todo, se deben terminar con los eufemismos y enfrentar la realidad tal como se nos presenta, con decisión, liderazgo y unidad.
Lily Pérez
Senadora