El detallado análisis que realizan las autoridades antes de dar paso a la realización de fiestas masivas de fin de año se justifica plenamente, pues está en juego un valor fundamental más: la seguridad.
Es elemental afirmar que es necesario evitar que esa alegría se convierta en tragedia, como ocurrió, por ejemplo, en Buenos Aires el 30 de diciembre de 2004, en que parecieron 194 personas en el local "Cromañón", donde se realizaba un recital. Un hecho parecido ocurrió en el barrio Almendral de Valparaíso en septiembre de 1993: un siniestro, de dudoso origen, consumió la disco "Divine", causando la muerte de 16 personas. Por ello, las exigencias de la autoridad no sólo son procedentes en reuniones nocturnas masivas eventuales, como son las proyectadas para estos días, sino también para todo el año.
Si bien los encuentros de Año Nuevo requieren de autorizaciones específicas, exigiendo medidas de seguridad, esas mismas exigencias se deben mantener para locales permanentes, incluso de poca capacidad.
Las municipalidades, autoridades sanitarias y policiales deben controlar el funcionamiento de esos recintos, en particular cuando se trata de locales antiguos reciclados para el uso público, como es frecuente en Valparaíso. Hay allí antiguas maderas en estructuras, muros y cielos. Así, es fundamental cautelar las instalaciones eléctricas, que sobrecargadas generan calor, y la existencia de salidas de emergencia señalizadas.
Como complemento de la seguridad es básica también la capacitación del personal para actuar en emergencias como incendios, sismos o incidentes que son propios de esos locales.
En estos días la autoridad ha objetado algunos encuentros masivos debido a la capacidad de los locales, objeción basada en lógicas exigencias de seguridad.
Las actividades de los centros nocturnos son legítimas y constituyen una atracción para visitantes y residentes. Pero su realización debe ser cuidadosa y sometida a inspecciones periódicas que eviten casos de extrema gravedad, como los señalados. También se debe velar por el entorno de esos recintos, generalmente afectados por descontrolada contaminación acústica al no exigirse una adecuada aislación.
Y si bien existe al respecto responsabilidad de parte de la autoridad, también aparece una ineludible responsabilidad de los empresarios del rubro, que deben compartir experiencias y mantenerse al día sobre normas, procedimientos y equipos de seguridad.