Me parece que no somos felices...
El año 1888, más allá de lo cabalístico de su aspecto y su carácter de bisiesto, representa días de luz y oscuridad en la historia de Chile y el mundo. Sería en ese año, mientras se fundaba la National Geographic Society, Jack el Destripador comenzaba su serie de asesinatos en las calles de Londres, Vincent Van Gogh se cortaba una oreja y Brasil abolía oficialmente la esclavitud, que en Chile se fundaba la Universidad Católica, Policarpo Toro tomaba posesión de la Isla de Pascua y una pléyade de intelectuales daba pie a la primera sesión del Ateneo de Santiago, una de las instituciones culturales más respetables que se han creado por estos pagos. Interrumpida abruptamente tras el suicidio de Balmaceda (1891), en 1899, sin embargo, ya en la República Parlamentaria, nació una segunda etapa que sesionaba en el salón de honor de la Universidad de Chile. Fue allí donde Enrique Mac Iver -abogado, político, gran maestro de la masonería, ministro de Estado,diputado y senador- pronunció su célebre discurso sobre la crisis moral de la República, en 1900, a sólo una década del Centenario. "Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las espectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad", comenzó diciendo.
"Ceguera sería desconocer que el país es víctima tanto de una crisis económica, cuanto de una crisis moral que detiene su antigua marcha progresista (...) Consecuencia de innovaciones poco atinadas o efectos de vicios y pasiones, resultado de sucesos fatales u obra de la imprevisión y el abandono, el hecho es que no sería ya temeridad decir, dando a las frases una acepción general y sin referirlas a hombres ni a partidos determinados: falta gobierno, no tenemos administración", agregaba, antes de lanzar un pequeño guiño de optimismo.
"Tengo fe en los destinos de mi país y confío en que las virtudes públicas que lo engrandecieron volverán a brillar con su antiguo esplendor", rubricaba, en un sentido monólogo que pareciera haber sobrevivido a la larga noche de los tiempos.
Hace dos semanas, el ex Presidente Ricardo Lagos Escobar, gran lector, deslizó durante el homenaje en el Congreso a la exdiputada porteña, Laura Soto, una frase muy similar: "No estamos contentos".
¿Se habrá acordado, acaso, de Mac Iver?