Variadas lecturas permiten los números de la reciente PSU rendida por 252.401 estudiantes que aspiran a ingresar a la educación superior. Lo que primero llama la atención es la drástica baja en puntajes nacionales en relación a años anteriores. Sólo 65 estudiantes se ubicaron en la cota de los 850 puntos, contra 221 en 2014 y 520 en 2011. Se podría pensar que ahora, con más postulantes, aparecería una cantidad también mayor de puntajes de excelencia.
Además, se reiteró la supremacía de altos puntajes de egresados de colegios particulares pagados, con 45 de los mencionados 65, en tanto que 10 provienen de la educación municipal y 7 de la particular subvencionada. Otro indicador señala que 95 de los 100 colegios con mejores resultados son particulares pagados.
Analizando el tema, Nelson Vásquez, vicerrector académico de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y focalizándolo en Viña del Mar, señala que "estamos en presencia de colegios privados que reúnen un grupo importante de jóvenes de familias de mayores ingresos" y destaca que esos establecimientos tienen proyectos educativos de excelencia, contrastando con colegios municipales y muchos subvencionados donde no siempre hay claridad del proyecto educativo por la heterogeneidad de los estudiantes y porque las familias no son conscientes tempranamente de esta situación. Alude también Vásquez, como factor negativo en la preparación, a los prologados paros de profesores o alumnos.
Concluye afirmando que la PSU muestra un termómetro de desigualdad de oportunidades académicas. Si bien su balance es regional, se puede extrapolar a todo el país. Y una muestra clara de ello es que el 91% de los postulantes de 10 comunas alejadas, norte y sur, no lograron los 475 puntos mínimos para postular.
Aldo Valle, rector de la Universidad de Valparaíso y vicepresidente del Consejo de Rectores, apunta al corazón del tema: "La PSU es un reflejo sustantivo de un problema que tiene todo el sistema educativo". Es cierto, pues se ha insistido en la gratuidad universitaria, de limitados alcances, pero se ha dejado de lado el tema de la calidad para todos los sectores en la enseñanza básica y media.
Ahí está la madre de todas las batallas, en la construcción de los cimientos formativos, más allá de dogmas, con recursos, con la participación de especialistas, de profesores, de las familias y de la comunidad en general. Cuando de básica y media los estudiantes egresen con una formación de calidad, sus condiciones para enfrentar el ingreso a la universidad o a la formación técnica serán similares y se habrá derrotado la brecha actual que, con decisión y objetivos, es posible eliminar. Es la gran tarea que nos dejan los números de la PSU.