Como en todas las actividades económicas, el turismo depende de múltiples factores, algunos manejables y otros incontrolables. Y en estos días el turismo en la Quinta Región está afectado por aquellos factores incontrolables. Las marejadas y la fragata portuguesa han limitado el uso de las playas, atractivo tradicional que convoca a gran cantidad de visitantes, muchos de ellos argentinos.
Es una realidad que se debe asumir en un análisis de fortalezas y debilidades de la zona, en el cual se deben buscar también oportunidades. Hay que reconocer que el turismo es una actividad económica especialmente frágil, sometida a factores como los que ahora se han hecho presente y también a otros: situación económica, variantes políticas y cambios de tendencias y preferencia de las personas, cuestión fundamentalmente subjetiva.
Frente a la realidad actual que se expresa con número de visitantes a la baja, es conveniente un análisis en profundidad una vez cerrada la temporada, con la participación del sector privado, autoridades y centros de estudio donde se abordan disciplinas relativas al turismo.
En ese análisis se deberían buscar fórmulas para reforzar aquellos factores de atracción local que no están sujetos a imponderables y que también pueden ser un foco de atracción para el visitante, confiando, por cierto, en la recuperación del pleno uso del borde costero.
Con ese enfoque hay que profundizar aspectos como la seguridad, la gastronomía y la hotelería. También hay que insistir en la oferta cultural a través de exposiciones, conciertos y jornadas veraniegas de estudio que se hacían, con gran éxito y calidad, hace algunas décadas.
Los espectáculos masivos, como el Festival de la Canción, son indudables atracciones que deben mantenerse en permanente actualización. Desde un punto de vista general tiene razón la presidenta del Consejo Superior de Turismo, María Teresa Solís cuando afirma que lo ocurrido en estos días "es una oportunidad para conocer la Región más allá de la playa y el sol", agregando que hay actividades interesantes para todos.
Entretanto, los empresarios del turismo y las autoridades en general deben seguir trabajando para romper la estacionalidad y mantener los niveles de la actividad durante todo el año, con nuevas miradas tras nuevas oportunidades.
Es fundamental, además, establecer una estructura permanente, multimedial, que promueva la oferta turística local y entregue información actualizada sobre las condiciones imperantes, para que el visitante no sea sorprendido por situaciones contingentes.
Estado y mercado
El debate entre liberales y socialistas sobre Estado y mercado es asimétrico. Salvo un puñado de personajes irrelevantes, los liberales jamás hemos aspirado a la abolición del Estado. La opción política que la persigue, el anarquismo, es muy predominantemente de extrema izquierda. Ya los primeros liberales, como Locke, destacaron que el Estado es necesario para garantizar la libertad. Y las figuras más influyentes de la corriente libertaria contemporánea (el ala liberal más a la derecha), Hayek y Friedman, nunca rechazaron el rol del Estado en áreas como educación, salud y pobreza y dieron ideas para mejorar su desempeño en ellas.
El punto es otro. En primer lugar, se trata de limitar las atribuciones del Estado para regir nuestras vidas, pues la evidencia muestra que, aunque imprescindible para la libertad y la prosperidad, el Estado es también una amenaza para ellas. Y en segundo lugar, de evitar que la carga del coste del Estado para los ciudadanos sea desmesurada. En Chile alcanza a uno de cada cuatro pesos que producimos, de modo que quienes trabajan en jornadas de ocho horas dedican en promedio dos de ellas a financiar al Estado. Esa cantidad no ha de ser necesariamente disminuida y hay circunstancias que pueden incluso justificar su aumento. Pero la prioridad ha de ser sacar mejor partido a esa enorme suma de dinero, reduciendo ineficiencia burocrática y focalizando el gasto público con tres sesgos: preferir lo que más aumenta las oportunidades de las personas, a los más jóvenes y a los peor situados.
En cambio, la izquierda ortodoxa siempre ha soñado con la abolición del mercado y la ha intentado cuando ha tenido poder para ello. Los socialismos reales del siglo pasado lo eliminaron y el socialismo del siglo XXI, como podemos ver en Venezuela, lo ha restringido severísimamente. Es un error gigante, pues el mercado también es imprescindible para la libertad y la prosperidad. No sólo permite escoger los bienes y servicios que adquirimos y de quién lo hacemos y coordinar la multitud de preferencias individuales como el Estado jamás podría hacer, sino que es condición para la existencia de la libertad política y humana en general, pues cuando el Estado se convierte en el único o principalísimo empleador y proveedor se vuelve autocrático o incluso totalitario.
No es recomendable excluir al mercado de ninguna de las áreas en las que actúa, sino regularlo mejor, por lo pronto para asegurar la competencia y transparencia en su interior. Pero no hay que olvidar que, aunque a veces el problema es la falta de regulación, otras es su exceso y las más su deficiente calidad.
Claudio Oliva Ekelund
Profesor de Derecho, Universidad de Valparaíso