Juego e infancia: el desafío de fomentar la creatividad evitando su "escolarización"
CONTEXTO. En el último tiempo han surgido algunas voces que invitan a repensar el papel que hoy se le asigna al acto de jugar, para no terminar concibiéndolo solo como una herramienta pedagógica.
Según su definición elemental, jugar es hacer algo con alegría con el fin de entretenerse, divertirse o desarrollar determinadas capacidades. Es una de las pocas actividades que podemos realizar de manera libre y espontánea, en solitario o con otros, a lo largo de toda nuestra vida. El juego es, por tanto, una de las acciones que nos hace ser genuina e intrínsecamente humanos.
Sobre sus beneficios se ha escrito tanto como se habla, sobre todo en lo relativo al impacto que el jugar puede llegar a tener en el aprendizaje de las niñas y los niños, en especial durante la infancia temprana.
Sin embargo, en el último tiempo han surgido algunas voces que invitan a repensar el papel que en la actualidad se le asigna al juego cuando se lo utiliza o justifica como una herramienta pedagógica más de los sistemas escolares, tanto en los jardines infantiles como en los niveles superiores de la educación formal.
En efecto, no son pocos los especialistas e investigadores que advierten que el proceso de "escolarización" al que poco a poco ha sido sometido el acto propio de jugar está coartando su función creativa y, por consiguiente, su capacidad para hacer que los niños descubran por sí solos las respuestas a las interrogantes que les van surgiendo, aun cuando éstas puedan estar erradas en un principio.
Falacias
Para Alberto Moreno Doña, profesor de Educación Física, doctor en Ciencias de la Educación por la Universidad de Granada y docente de la Escuela de Educación Parvularia de la Universidad de Valparaíso, adentrarse en este tema implica como necesario primer paso dejar en evidencia cuatro falacias sobre el juego que hoy facilitan la construcción de propuestas pedagógicas que fomentan su escolarización: su mero valor recreativo, ser una alternativa al trabajo, su oposición a la seriedad y su infantilización.
En cuanto a la primera, el académico afirma que cuando solo apreciamos al juego en función de su rol recreativo, lo que estamos defendiendo es su valor puramente instrumental, ya que lo ve como una opción para evadirse de las responsabilidades propias de la vida, de todo lo que creemos o consideramos importante.
"Muchas veces se entiende que el juego es una alternativa al trabajo; lo lúdico y divertido como alternativa a lo importante para la vida, que es la segunda falacia. Es así que pareciera ser que a nivel social existe un imaginario colectivo que, en el ámbito escolar-educativo, asocia al juego con el recreo, con el descanso y relajo para la preparación de asignaturas importantes", argumenta el educador.
Para Alberto Moreno, este aspecto lleva a la tercera falacia: creer que el juego es lo contrario a la seriedad. Y éste, a su vez, desencadena en la cuarta: afirmar que jugar es cosa de niños.
"Lo cierto es que lo opuesto a la alegría o al humor que produce el acto de jugar no es la seriedad sino el drama. Y siguiendo esa línea, tampoco es correcto definir al juego desde la lógica que busca infantilizar el saber que los niños ponen en práctica mientras lo hacen", enfatiza el profesor de la Escuela de Educación Parvularia de la UV.
Vida y conocimiento
Uno de los principios que emanan del juego y que muchos especialistas destacan y defienden es su capacidad para trascender lo puramente biológico y psicológico, ya que al jugar se explora, se descubre, se yerra, se piensa, se revelan las emociones y se recrea la cultura.
Es decir, existe una relación profunda entre jugar y vivir, como advierte el neurobiólogo chileno Francisco Varela, quien sostiene que la cognición y la inteligencia tienen que ver con el despliegue de lo corporal al que llegamos cuando estamos jugando.
"Sin embargo, en el contexto escolar, en cualquiera de los niveles del sistema educativo, comenzamos a encontrar una serie de actividades pedagógicas que comienzan a alejar al juego de esa gran capacidad de ser el enganche cognitivo, motor y emocional con el entorno. Es por eso que hoy encontramos tantas clasificaciones de juegos, en su mayoría artificiales, que nos llevan a trabajar alguna de las dimensiones humanas de los niños y niñas. Por ejemplo, juegos para el desarrollo de la creatividad, juegos para el trabajo de las operaciones mentales o para el desarrollo emocional, etcétera", asegura Alberto Moreno.