Mario Valcarce Durán
En los últimos años, hemos sido testigos de un intenso debate en materia educacional, enfocado, principalmente, en el ámbito universitario. La educación técnico-profesional y escolar han sido relegadas a un segundo plano, pero aún con cierto grado de presencia en las discusiones. Sin embargo, la educación parvularia ha sido altamente ignorada en el debate, tanto público, como presupuestario.
La Dirección de Presupuestos informó que en 2025, la reforma educacional tendrá un costo para Chile de 2,17% del PIB. Un 51% de esto iría a financiar la gratuidad universitaria, mejorando cobertura, pero no calidad; mientras que menos de un 7% sería destinado a la educación parvularia, apuntando a cobertura y no a calidad.
La asignación de recursos muestra con claridad las prioridades de nuestra clase dirigente, que está más preocupada de la próxima elección que del futuro de la República. En la literatura económica existe clara evidencia de que el desarrollo cognitivo temprano es esencial para la calidad de vida futura de las personas. Investigadores como James Heckman (Nobel de Economía) y Todd Schoellman, han encontrado que el aprendizaje clave sucede en edades menores a los 6 años de vida.
Incluso más, la evidencia empírica sugiere fuertemente que mejor educación parvularia no sólo mejora la calidad de vida futura de la persona, sino que también tiende a generar sociedades más equitativas. La desigualdad es un problema que como país debemos abordar decididamente. La ciencia y el sentido común nos muestran una solución que es económicamente eficiente y moralmente justa. Esto es, mejorar la calidad de la educación de nuestros niños y niñas.
Académico
Escuela de Ingeniería Comercial