Palos de ciego
Se usa esta expresión -palos de ciego- para designar a quien, habiendo perdido el rumbo, persiste en lograr su objetivo con evidente desatino.
Las grandes reformas sólo se logran con el consenso de mayorías sólidas y nunca contrariando la voluntad mayoritaria. El programa de gobierno es una brújula orientadora hacia los fines que se pretenden y no una camisa de fuerza que tengas que ponerte aunque te ahogue.
Los desatinos del actual gobierno comenzaron con la amenaza de la retroexcavadora y la introducción en la reforma tributaria de ese mamotreto que es la renta "atribuida". Hubo que dictar dos leyes para lograr entenderla y aplicarla.
Pero el fin parecía noble: lograr la buena calidad de la educación y su gratuidad universal. Ninguno de estos objetivos va a lograrse: la reforma educacional no convence ni a los estudiantes, ni a los maestros, ni a los rectores, ni a los sostenedores. Y la gratuidad alcanzará -si es que alcanza- a no más del 50% de los postulantes. La guinda de la torta es la supresión de la filosofía en el currículum obligatorio de la educación media. Resulta inconcebible que esta insensatez provenga del Ministerio de Educación siendo así que la lógica y el razonamiento son esenciales en toda buena educación.
Como no habrá fondos para la educación, menos habrá para la salud. Nadie desconoce los repetidos colapsos en los hospitales y las esperas interminables de pacientes graves en los pasillos. Para salir del paso se ha anunciado la reducción en 40% del plan de construcción de hospitales. En vez de hospitales más amplios, los nuevos serán más pequeños, es decir, serán cada día más inútiles pues la demanda hospitalaria seguirá creciendo en vez de disminuir.
Si al desastre que se augura para la educación, que está al inicio del desarrollo de la persona, se añade la miseria de la pensión que recibirá el trabajador al jubilarse cerca del final de su vida, este gobierno será recordado como una pesadilla.
Se ha dicho desde el gobierno que "estamos en una etapa de cierre, es decir, redondeando lo que hemos ido haciendo". Tengo la impresión de que más saludable para Chile sería una "bajada de cortina" en reemplazo del referéndum revocatorio que, lamentablemente, no está previsto en la Constitución. Para concluir lo anterior, basta constatar que, de la euforia triunfalista inicial, ahora sólo queda una Nueva Minoría con el apoyo de apenas el 15% de la ciudadanía, según la reciente encuesta CEP.
Bueno sería que nuestros actuales gobernantes, ante tan rotundo fracaso, se retiraran a meditar si la fijación ideológica es suficiente para sustentar un buen gobierno o si, en cambio, es preferible dedicarse a realizar lo que es posible y deseable para la comunidad gobernada.
Lautaro Ríos Álvarez
Profesor Emérito de la Universidad de Valparaíso