Ausencia de debate, la tónica eleccionaria
Hoy, a sólo dos semanas de las elecciones municipales que definirán los destinos comunales de nuestra región por los próximos cuatro y en algunos casos, dependiendo de los aciertos o desaguisados de los futuros alcaldes, incluso más que eso, se echan de menos instancias de debate y propuestas clarificadoras para los principales centros urbanos de la zona, cubriéndola a ésta un manto de desgraciado provincianismo que se estimaba ilusamente superado tras más de un cuarto de siglo democrático.
En el caso de Valparaíso, una de las joyas de la corona a nivel nacional y donde por vez primera la Democracia Cristiana no estará presente en la batalla final, cuesta aceptar que el remedo de debate que hicieron en CNN Chile los candidato Castro, Lemus, Méndez y Sharp (instancia en la cual el primero y el tercero se ningunearon sin decoro alguno) y la escenografiada presentación ante niños en el Parque Cultural exCárcel sean las únicas manifestaciones de lo que pretenden los cuatro postulantes para la comuna. Se comenta, asimismo, que dos de ellos (adivine usted cuáles) rechazaron asistir a un nuevo debate en El Informante, de TVN, y que por estrategia optarán por no volver a exponerse en este tipo de actividades.
En Viña del Mar el formato no es distinto, en un escenario en que los retadores deben hacer más de la cuenta por instalar sus conceptos en la comunidad, siendo generalmente mirados por encima del hombro de la actual autoridad, a la cual tampoco le conviene mucho -políticamente hablando- este tipo de citas.
Sólo es cosa de seguir hurgando en la región: Quilpué, Villa Alemana, Quillota, Concón, Casablanca, San Felipe, Los Andes, Petorca, La Ligua, Quintero o San Antonio y nos daremos cuenta de que los casi dos millones de habitantes de la zona no contarán con los antecedentes necesarios para emitir sus votos (si es que les interesa ir, primero que nada) por distintas razones que van desde el límite de gasto en campañas y la falta de propuestas hasta la impresentable decisión de no asistir a debates públicos.
Salvo en México y Brasil, donde está normado por ley, la tradición democrática occidental no obliga a nadie a presentarse a un debate, pero es impensable que un aspirante a cualquier cargo en EE.UU. o Francia se niegue a ello. Quizás el más conocido sea el ejemplo norteamericano, en el cual la definición de los partidos se hace precisamente a partir de los debates y la elección final está marcada por los mismos (así fue que Kennedy dio la sorpresa ante Nixon en 1960, en el primer debate televisado de la historia).
En América Latina pocos se han negado, salvo dos ilustres: Hugo Chávez y Evo Morales, que una vez en el poder no aceptaron más interpelaciones públicas.