El ciudadano Ilabaca y los hermanos Mellado
Para todos aquellos instalados por sobre la barrera de los 40 años (nada personal, señor alcalde electo), el recuerdo o la postal del Valparaíso de la segunda mitad de la dictadura es algo así como el negativo de una pintura de Gonzalo Ilabaca, cuya riqueza está precisamente en el color de la misma y la fragilidad que transmiten las miradas de sus personajes (Valparaíso sin angustia o Bailahuén pa' los hígados son buenos puntos de acercamiento a su arte militante, más cercano a la plaza Waddington que al poder). Porque los años ochenta, esa época que en Valparaíso duró hasta bien entrados los noventa, y en algunos cerros se mantiene hasta hoy, son precisamente lo que gente como Ilabaca, Marcelo Mellado y otros coroneles de La Matriz pretendían erradicar de este Puerto golpeado, el de las vergonzosas cifras de corrupción y pobreza, la indigna acumulación de basura y las fotografías en sepia de ese sinónimo de la renuncia social de gobierno que tantos nombres tiene, de acuerdo a su latitud: favelas, villas miseria, chabolas, cantegriles o poblaciones callampa.
Al ciudadano Ilabaca pudo vérsele por estos días caminando por el Puerto con el ceño algo fruncido. El ciudadano Ilabaca está preocupado, y mucho, porque el proyecto que instaló a Jorge Sharp como alcalde de Valparaíso hoy pareciera tener demasiados padres, amigotes y winners bajo su techo.
A Sharp esta semana le han rayado la cancha -desde todos los sectores- sin siquiera haber dicho mucho. En rigor, salvo su comprensible desmesura revolucionaria de la noche de triunfo, no ha anunciado planes quinquenales ni ha llamado a la conformación de cordones industriales. En el Lider express de Bellavista o el Unimarc de la avenida Brasil no se han visto señales manifiestas de escasez de productos, pero hasta el compañero Yuri (flamante concejal de boina y puño al cielo) resulta menos sospechoso que Sharp para el establishment. La discusión, artificial o no, está en torno a su equipo. ¿Quiénes son, cómo lo harán, qué pretenden, ah? Aún no han sido nombrados, así que resulta un pelín injusto criticarlos. Se les compara, sin conocerlos, con los Revolución Democrática, de Providencia y el Mineduc, o los ya entrañables G-90, derrotados en todas las batallas posibles. Esta editorial tampoco sería honesta si no se mencionara a los hermanos Mellado, piezas basales para entender el Valparaíso del nuevo siglo. Marcelo, el tipo más encantador del mundo, como cuando escribe sus columnas en The Clinic o intenta facturar la novela del arte desde un retrete, dio una arrogante entrevista a T13 radio que sólo lo pierde. La explicación a ello la entregó, quizás sin quererlo, su propio hermano, Justo Pastor, ayer en la revista Sábado: "Hay gente como Marcelo, que está realmente comprometida y quiere el cambio. Yo creo que ellos van a ser barridos por un sector que se metió en la campaña y que tiene una voracidad extraordinaria", dijo, en abierta referencia a los autonomistas del también magallánico Gabriel Boric.
¿Qué debiera hacer Sharp para despejar las dudas? Pocazo. Sharp sólo necesita seguir siendo Sharp y definir de una vez por todas su relación con los autonomistas y La Matriz.
Porque el Pacto en cuestión, como bien dijo Bolaño sobre Huidobro en la ya famosa entrevista de Mónica Maristain en Playboy, se ha puesto demasiado tralalí alalí, demasiado paracaidista que desciende cantando como un tirolés. Son mejores los paracaidistas que descienden envueltos en llamas o, ya de plano, aquellos a los que no se les abre el paracaídas.