Viña después de Reginato
Viña del Mar, ese pequeño paraíso con reminiscencias de balneario de la belle epoque de nuestro país sigue apareciendo, de tanto en tanto, dentro de las comunas con mejor calidad de vida de Chile (octava, según el último índice de la Pontificia Universidad Católica y la Cámara Chilena de la Construcción) y, junto con ello, la apetencia por regir sus destinos e influir en su futuro no parece decaer en absoluto.
El aplastante triunfo de Virginia Reginato en las últimas municipales, en lo que fue su tercera reelección consecutiva y que le permitirá enterar 16 años en el cargo, no sorprendió a muchos, aun cuando el desgaste de su larga y, hay que reconocerlo, exitosa gestión ha hecho que la misma comience a revelar sus costuras, como bien lo probaron las críticas del insigne viñamarino Agustín Squella, en abril del año pasado.
Sin embargo, y pese a tamaña ayuda, ni el oficialismo, ni la izquierda extra Nueva Mayoría, ni el estudiantado, como tampoco -y esto es lo más preocupante- la ciudadanía fueron capaz de levantar una alternativa más atractiva que René Lues.
Afortunadamente para la oposición a Reginato, tampoco ella ni su equipo se han preocupado de buscar un sucesor para el año 2020, lo que abre un abanico bastante interesante para el desarrollo político viñamarino de los próximos cuatro años, el cual hasta el minuto se aprecia -si se nos permite la aberrante siutiquería- bastante "líquido" en términos de contenido.
El punto es: ¿qué está pasando en Valparaíso que no pueda ocurrir en Viña? El triunfo del Movimiento Valparaíso Ciudadano es una fuerte señal -consagratoria, si se quiere- de que en los patios de la Universidad Católica de Valparaíso, en las oficinas de la parroquia La Matriz y en el Moneda de Oro se está haciendo más y mejor política que en el Congreso, el piso 19 del Gobierno Regional y las sedes de los partidos.
Si entendemos y asumimos (con madura reflexión, a diferencia de cómo ve el fenómeno el conservadurismo capitalino) que lo que ocurrió en el Puerto es harto más que un montón de niñitos universitarios bien organizados que leían mucho a Gramsci, las preguntas no pueden ser otras más que: ¿existe algo como ello en Viña? y ¿cuáles son las fuerzas dispuestas a levantar una visión de futuro para la ciudad? Señales hay. Piénsese en las federaciones de las universidades privadas, como la ex U. del Mar, la UAI o la UNAB (no por nada, el levantamiento contra Laureate lo propició Giorgio Jackson desde la sede viñamarina de esta última), el Club de Viña -un sitio que dista mucho de la caricatura de esnobista con la cual se le suele minimizar-, los dirigentes sociales de las gigantescas y postergadas tomas de la parte alta de la ciudad, una nueva figura que surja de las entrañas de la maquinaria municipal conducida por María Angélica Maldonado (¿Gabriel "Coca" Mendoza?) y, por qué no, el regreso de viejas figuras desterradas, como Luis Parot, quien alguna vez llegó a tener más de 50 mil votos como candidato en la Ciudad Jardín.
Quedan cuatro años para despejar las incógnitas.