En estos días hemos vivido dos eventos de gran significación y que han tenido en común a jóvenes, aun cuando los desenlaces sean muy distintos. Me refiero, por una parte, a la elección del joven alcalde por Valparaíso Jorge Sharp que logra un aplastante triunfo superando a los dos grandes bloques de la política nacional y por otro, a la trágica muerte de 2 jóvenes universitarios en el cerro Provincia; Vicente Charpentier y Joaquín Castillo.
Los tres quisieron alcanzas la cima y sólo uno lo logró con éxito, los otros dos quedaron en el camino.
Es cierto que la conquista de grandes desafíos es muy propia de la juventud. Es la sabia que renueva nuestra conciencia, son dueños de los sueños que nos motivan a alcanzar nuevos horizontes, es la fuerza que lucha por lo imposible. Sin duda alguna que estas motivaciones embargaron a los tres.
Por una parte, estos anhelos se han visto reflejados en el gran triunfo electoral del joven abogado. Muy pocos creíamos en ello y menos que fuera tan arrollador. Pero junto a otros jóvenes profesionales, que conforman el espacio ciudadano La Matriz, se la jugaron para darle una nueva cara a Valparaíso que tanto lo necesita. El proyecto no es de una persona, sino de un colectivo que escucha las opiniones de la gente y concuerdan un camino a seguir.
Mientras tanto, Vicente y Joaquín emprendían una cumbre muy conocida por uno de ellos, con vestimenta deportiva y algo de agua. En el camino las condiciones climáticas fueron cambiando, personas con experiencia en el tema le señalaron que bajaran porque se podría tornar peligroso. Sin embargo, perseveraron en su desafío. El resultado es de todos conocido, no llegaron al lugar y perecieron en el intento.
Estos jóvenes, de gran capacidad física y brillantes alumnos de Ingeniería, no escucharon los concejos de la experiencia y prefirieron creer en sus capacidades para superar los condicionamientos externos. Fue la excesiva confianza y la soberbia propia de la juventud, que les jugó una muy mala pasada.
En cierto, en la juventud uno se cree capaz de todo y confía sólo en sus fuerzas. Que lo que ayer no se hiso, se debe sólo a la incapacidad de las generaciones anteriores. No hay mucha disposición a escuchar a sus padres, a personas adultas, o simplemente a otros que, desde su experiencia, madre de todas las ciencias, son capaces de mostrarle caminos distintos, de señalar la multiplicidad de factores que originan un fenómeno o que influyen o afectan en una decisión.
En definitiva, jóvenes y adultos, al creernos, poseedores de la verdad, por muy inteligente que seamos, terminamos sucumbiendo en el camino de la vida.
En estas dos historias, que se dan al mismo tiempo, pero con un distinto final, Dios nos está enseñando a todos, que por algo nos entregó dos oídos y una boca, para que en definitiva escuchemos el doble de lo que hablamos o decimos.
Patricio Young M.
Asistente social, magíster en Sociología