Resulta paradojal que una calle de Valparaíso, cuyos vecinos se han esforzado para convertirla en un espacio abierto a expresiones artísticas, se haya transformado en foco delictual. Y esto castiga tanto a residentes como a visitantes que llegan al lugar a contemplar obras que dan vida, color y alegría a los muros de las casas del sector.
Esta situación paradojal se da en la calle Atahualpa, una vía que, partiendo desde la subida Cumming, asciende con diversas curvas hasta rematar en la avenida Alemania, en el entorno de la plaza Bismark.
El recorrido por esa calle resulta un atractivo para los visitantes, pero también un centro de acción para delincuentes que atacan a plena luz del día. El viernes pasado fue asaltada una pareja de turistas austriacos, quienes además de ser agredidos, perdieron documentos y dinero y, lo peor, vivieron una traumática experiencia. Así, con esa penosa postal, rápidamente regresaron a su país de origen.
El presidente de la Junta de Vecinos del sector, Waldo Burgos, denuncia que en la última semana se registraron cuatro asaltos similares en el sector y dos frustrados. No sólo los visitantes son víctimas de la arremetida delictual, también los residentes cuyas viviendas son violentadas. Insiste Burgos señalando que es un "punto conflictivo y nadie hace nada. En teoría, hay carabineros, pero nadie los ve por ningún lado, y cuando se les llama, no contestan".
Los vecinos se han organizado para defenderse mediante la compra de electroshocks y gas pimienta. La otra triste paradoja en este cuadro es que la policía recomienda a los moradores "cuál es el mejor gas pimienta que tenemos que comprar". Lo dice un dirigente.
Esta realidad de la calle Atahualpa, el sacrificio de los vecinos por mejorar el entorno empañado por la presencia delictual, no es caso aislado, se repite en diversos sectores de Valparaíso. En cerros y el plan, pues ni la céntrica Plaza Sotomayor se libra de esa lacra.
El problema tiene varias facetas: vecinos temerosos, visitantes afectados, el comercio que frena inversiones y el daño a la imagen de la ciudad que adquiere la condición de punto peligroso para el turismo y las actividades asociadas al rubro.
Esta realidad reiterada exige una reacción colectiva, mayor presencia policial, con dotaciones de civil ejerciendo controles de identidad, identificación de focos con delincuencia recurrente y cooperación de los vecinos.
Finalmente, en esta tarea no puede estar ausente la Municipalidad, que si bien carece de potestad represiva, puede actuar jurídicamente tras casos consumados en que las víctimas quedan más indefensas que los delincuentes que cuentan con asistencia de la Defensoría Penal Pública.