APRENDER A Cocinar como señorita de las monjas
La repostería chilena encuentra su cuna en el periodo colonial, donde las religiosas españolas aportaron y adaptaron las recetas de los dulces que ahora son tradición.
La pastelería chilena "tiene sus orígenes en la colonia, ya que se basa en las recetas traídas por las monjas españolas, quienes, a su vez, educaron a las mujeres de situación acomodada", explica Karla González, profesora a cargo del diálogo gastronómico organizado por el Centro de Extensión Duoc UC, conocido como Edificio Cousiño. "Por esto, los ingredientes principales siempre son los mismos: huevos, harina y leche, ya que las hermanas los recibían como ofrendas en las liturgias".
Asimismo, "almendras, nueces, limones y naranjas fueron incorporados desde los huertos de las religiosas", agrega González antes de comenzar a preparar los populares "chilenitos", golosina cuya masa consiste en harina, huevos y vino blanco. Estos ingredientes se mezclan hasta formar una masa que luego es preciso dejar reposar para evitar que se encoja, dadas las proteínas de la harina.
Posteriormente se corta en pequeños círculos que son llevados al horno a 200°C, durante cinco minutos, aunque antes hay que mojar con el dedo el centro de las pequeñas tortillas para que se enrosquen tal como las que venden en la carretera.
Una vez cocidas, estas son rellenadas con chancaca, reza la tradición, aunque hoy por hoy es habitual ver los chilenitos con "manjar porque es más fácil para la industria", cuenta la docente, al tiempo que describe a la chancaca como "azúcar negra, morena, que es más saludable" que la blanca, refinada. A ella se agrega agua, canela en rama, cáscara de naranja (sin la parte blanca porque se vuelve amarga en la preparación) y maicena.
Después, la cobertura de los chilenitos consiste en un "merengue a baño María, también conocido como merengue suizo, que trata de claras de huevo y azúcar en proporción 1:2".
Finalmente, otra preparación criolla es el pan de huevo y su símil de nata. La diferencia está en que el primero posee una "mezcla más homogénea que el pan de nata, que es lo mismo pero con más textura", lograda esta última al no amasar la conjunción de harina, azúcar, margarina, polvos de hornear, huevos, leche, naranja y vainilla, además de azúcar para decorar.
"El 'maridaje' de ambas preparaciones consiste en té negro con canela", sonríe González.