"De ser efectivo lo ocurrido en la fragata 'Lynch', es inaceptable. ¡Terminemos con todas las formas de violencia contra las mujeres!"
Michelle Bachelet
Presidenta de la República
"Estos hechos son graves, pero son de personas, no es la institución"
José Antonio Gómez
Ministro de Defensa
La meta se la puso el propio Jorge Sharp. A las 11 de la mañana del 1 de enero, Valparaíso estará totalmente limpio, anunció el alcalde porteño. El plan para lograrlo ya está trazado y en esta oportunidad incluye a 170 trabajadores municipales, quienes comenzarán a retirar la basura que se genere la noche de Año Nuevo a las 3 de la madrugada. Luego, a las 7.00, es el turno de los camiones recolectores, los minicargadores frontales y los tolva, que sacarán los residuos de los contenedores y las bateas, a la par con una hidrolavadora que limpiará calles y veredas en los puntos más concurridos de la celebración.
Según las estimaciones de la autoridad comunal, también debieran disminuir a la mitad las 500 toneladas de desperdicios que ensucian las calles de la ciudad durante el tradicional festejo.
Para lograr esta disminución en la cantidad de basura, se lanzó una campaña liderada por el director del Parque Cultural de Valparaíso (PCDV), Jorge Coulon, llamada "Amamos Valparaíso". Su idea es concientizar a los visitantes y también a los porteños para que no dañen la Ciudad Puerto con el lema "Yo la cuido tú respétala". En esta cruzada se han unido una serie de instituciones, incluido el municipio, teniendo como rostro visible al exfutbolista de Santiago Wanderers y la Selección Nacional, David Pizarro.
Los efectos de todos estos esfuerzos desplegados por autoridades y organizaciones se verán la mañana del primero de enero.
La resaca de Valparaíso -que casi siempre es dura y autoflagelante- tras el Año Nuevo mostrará cuánto se puede avanzar con prevención, trabajo y educación.
La cuarta pata de esta mesa, que por lo general está un poco coja, es la seguridad. Y en este ítem todo indica que los resultados son difíciles de predecir, pues las políticas aplicadas por las policías no siempre generan los resultados esperados año a año, incluso aplicando similares criterios.
El desenfreno y la violencia en la subida Cumming y la plaza Aníbal Pinto parece ser el doloroso tributo que debe pagar la ciudad por acoger cualquier fiesta masiva. Y la noche del 31 de diciembre no es excepción.
Está muy bien que traten de limpiarle la cara a Valparaíso muy temprano. Pero eliminar la cicatriz que provoca esa fatal idea de que en el Puerto todo se permite, cuesta mucho más.
Con motivo de las fiestas de fin de año, en un conventillo, cerca de la Merced, en Valparaíso, vecinos han dado en la ocurrencia de hacer disparos y las balas van a parar a casas del barrio. Ayer casi mataron a un señor, quien tiene la bala como prueba de la temeridad. Estos ejercicios o "distracciones" están prohibidos por la ordenanza de policía.
Vecinos irresponsables arrojaron pescados al cauce que baja del cerro Concepción y pasa por el lado de esta imprenta, generando pestilencias insoportables. La Alcaldía, que no cuenta con elementos para hacer el aseo al cauce, pidió a la Compañía de Desagües, que no tiene obligación de hacerlo, que solucionara el problema y ésta lo hizo.
Una moderna unidad antiatómica, dotada de los elementos para convertirse en buque comando para una fuerza naval anti submarina, es el portahelicópteros "Jeanne D' Arc", de la marina francesa, que ayer arribó a Valparaíso, en la séptima etapa de su crucero de instrucción para oficiales alumnos de diversas escuelas navales de ese país.
Como parece ser una tradición de fin de año, los resultados de la PSU han generado numerosos análisis y debates sobre los problemas del sistema educacional de nuestro país, en definitiva qué se esconden bajo los datos estadísticos. Parece también ser tradición, a estas alturas, que la crítica se concentre en los aspectos que acusan las brechas socioeconómicas entre estudiantes, y que a su vez, revelan las desiguales oportunidades que padecen a lo largo de su trayectoria formativa.
No obstante, el foco atiende a los desafíos que surgen en lo inmediato, como el acceso a las carreras universitarias o el derecho y cobertura de la gratuidad, elevando escasamente la mirada a su problemática global. Y es ésta la que debería abordarse si lo que se espera es resolver tales desafíos.
Parece haber una contradicción que subyace a conceptos tan fundamentales del sistema como lo que entendemos por Educación y Universidad. Si bien desde los discursos se promueve la idea de una educación inclusiva y de una universidad diversa y de acceso universal, las prácticas de selección y medición académicas mantienen, en cambio, una señal que indica que la universidad no es para todos o que, al menos, ni ésta ni la educación son para todos por igual.
La PSU reconoce como méritos prioritarios la adquisición de conocimientos y habilidades científicas y academicistas, herramientas valiosas para el aprendizaje en áreas profesionales tradicionales, pero no exclusiva ni necesariamente fundamentales para todo programa de formación superior. Las universidades se orientan, por su parte, a captar y admitir a los estudiantes con mejores puntajes, sin plantearse espacios de real diversidad. Después de todo, gran parte de las becas, aportes fiscales y el mismo acceso a la gratuidad exigen un porcentaje de alumnos con 450 puntos PSU o más. Puntaje que el 44% de los egresados de la educación municipal no alcanzó este año, por lo que tenderán a postular a universidades pluralistas, cuya condición, paradójicamente, se suele cuestionar.
La contradicción radica en lo que declaramos promover -la oportunidad universal de acceso a la educación superior- y los límites que le imponemos. Como país, el debate no está cerrado: ¿Es la universidad una instancia de excelencia o se trata de un nivel educacional que es derecho de todos?
Si la opción que promovemos es la segunda, no basta con solucionar la instancia de admisión a la universidad, con iniciativas como la gratuidad. Tampoco podemos plantear sólo políticas reactivas, que fragmentan el problema al disociar los niveles del proceso educacional, cuando éste es uno solo. En fin, el foco no puede centrarse en el acceso a la educación superior, pues las brechas no se generan entonces, sino que culminan allí, habiéndose originado en la primera infancia, el nivel preescolar y los primeros años de enseñanza básica. Y el problema, en tales niveles, ya no es de acceso, sino de calidad. Atendiendo a ella, podemos aspirar a un mejorar globalmente el sistema educacional, culminando a nivel superior con universidades que, garantizando su excelencia académica, se abran al mismo tiempo a la posibilidad de un acceso y de una formación verdaderamente universales.
María Gabriela Huidobro
Decana Faculatad de Educación, U. Andrés Bello