Buena señal para comenzar el año: el domingo 1 de enero se ganó la batalla del aseo. Rápidamente los equipos municipales de Valparaíso y Viña del Mar retiraron los restos del jolgorio propios de la celebración de la llegada del nuevo año.
La realidad porteña fue graficada por el alcalde Jorge Sharp, al afirmar que "Valparaíso está menos hediondo que en fiestas anteriores". Con eficiencia los equipos municipales recogieron 140 toneladas de basura.
En Viña del Mar, en tanto, la cantidad de desperdicios se redujo de 800 toneladas el 1 de enero de 2016 a 38 en el inicio de este 2017. Patricio Moya, director de Operaciones y Servicios, destacó el comportamiento de la gente que "ha ido tomando conciencia de dejar limpio".
Es cierto que ha aumentado la conciencia colectiva en cuanto a la importancia del aseo y también que hay campañas insistiendo en la materia. Los resultados indican que se ganó la batalla, pero no la guerra. Hay que ganar la guerra del aseo y eso se consigue partiendo de la responsabilidad individual, de las personas, de su educación en ese punto específico.
Pero también está el eterno tema de los recursos, siempre insuficientes y muchas veces mal administrados.
Hay en esa materia problemas concretos como el de Valparaíso, en que la mayoría de las propiedades no paga contribución de bienes raíces debido a su bajo avalúo. Y al no tener ese gravamen, tampoco cancela el ítem "aseo municipal", que se incluye en el cobro de contribuciones.
¿Cómo conseguir mayores recursos para personal, equipos adecuados a la caprichosa geografía porteña y avanzar en el reciclaje?
En la gestión hay mucho que hacer para lograr un mejor aprovechamiento de los escasos medios existentes. Pero se debe insistir en la responsabilidad individual, pues con frecuencia las personas, con evidente menosprecio de la ciudad, dejan pequeños y grandes desperdicios en las calles, incluso cuando hay depósitos para el aseo.
Y lo que es peor, hay lugares como las quebradas que se convierten en basurales, donde junto a desperdicios domiciliarios se dejan muebles, artefactos diversos y hasta carrocerías de vehículos. Se genera así un problema sanitario, además las aguas no escurren, se acumulan y surge una bomba de tiempo que amenaza a las poblaciones cercanas e incluso al plan.
En fin, se ha ganado la batalla del 1 de enero, pero hay que seguir adelante hasta ganar la guerra. Y en la contienda, todos debemos estar dispuestos a ser soldados.