Desde hace años advertimos sistemáticamente sobre los riesgos de incendio que se incubaban en la parte alta de la ciudad y que el carácter de éstos era social; por tanto, su manejo y control debía ser fruto de intervenciones complejas que implicaran afectar significativa y simultáneamente reglas, acumulaciones y flujos disponibles en la ciudad.
Valparaíso, como todo lugar de nuestro planeta, depende vitalmente de la existencia de la atmósfera, la que ha cambiado y lo sigue haciendo. Hay muchas evidencias del cambio climático que se está experimentando en la ciudad. Dentro de las más inquietantes, en relación a los incendios forestales que nos preocupan, están los bajos niveles de humedad relativa que se presentan en los interperiodos de lluvias, lo que se agudiza con la sequía prolongada, la baja capacidad de retención del subsuelo y la propagación de especies altamente consumidoras de agua, reportando puntos críticos bajo el 25% de humedad, cuya significación se hace más evidente al contrastarlo con los valores recurrentes que se han registrado en los últimos 40 años que informan de una humedad relativa que oscila entre el 64% y el 67%. Lo expresado nos permite sostener que, claramente, la mayor amenaza la constituye el cambio climático.
En el entorno de la urbanización de Valparaíso, Curauma y Placilla proliferaron las plantaciones forestales, con especies vegetales a modo de monocultivo que no tienen ni la complejidad ni la autorregulación de los sistemas originarios.
Estas últimas condiciones son las promotoras de los accidentes que, en ausencia del propietario, proyectan los incendios forestales que partirán en forma normal hasta alimentarse de su propia cinética, generando diferencias térmicas, cambios de presión y por consiguiente desplazamientos de masas de aire que, en lo permanente, están presente como viento sureste; por tanto, siempre se proyectaran sobre las áreas urbanizadas emplazadas al norte.
Hemos señalado que las condiciones topográficas son las responsables de generar un incendio excepcional en Valparaíso, conocido como incendio eruptivo o efecto chimenea. Operando por inflamación, entre laderas y fondos de quebrada, se desarrolla en forma errática y se hace incontrolable, provocando prácticamente la inutilidad, incluso, de los cortafuegos clásicos, que han sido diseñados para geografías homogéneas y relativamente planas, condición muy diferente a la que se observa en los sectores altos entre Valparaíso y Placilla.
Reducir la vulnerabilidad hasta eliminarla debe ser la estrategia, con acciones que identifiquen a los propietarios de los remanentes forestales, constituyendo el abandono como delito y exigiendo planes de manejo. La tarea básica a la que nos debemos abocar no es la búsqueda y sanción del causante del accidente, sino que abordar y disminuir las vulnerabilidades que lo hicieron posible. Al mantener y no reducir las vulnerabilidades colocamos al territorio en un riesgo e inseguridad innecesario.
Luis Álvarez Aránguiz
Director del Instituto de Geografía Pontificia Universidad Católica de Valparaíso