El año 2010 la Gobernación de la provincia de Marga Marga anunciaba que el año 2012 sería reabierta la estación Valencia de Merval, cerrada por decisión de esa esa empresa dependiente de Ferrocarriles del Estado.
El costo de la estación, debidamente renovada, sería de US$ 1.5 millones. La estación Valencia había sido creada años antes para atender la creciente cantidad de habitantes del sector y la tradicional acogida que han tenido por décadas los servicios ferroviarios locales en Quilpué y Villa Alemana.
Bueno, el tiempo pasa, las promesas se diluyen y se ahogan en los años. Así, ahora nos encontramos con que la Estación Valencia será reabierta el año 2019.
El inició de las obras se postergó para marzo del próximo año y los trabajos se prolongarán por 13 meses.
Y como cambian los plazos, también suben los costos que ahora llegan a los US$ 2.2 millones.
Pero en el tema del financiamiento aparecen dudas y ahora ha pasado al Consejo Regional, pues de acuerdo a lo expresado por Merval no son ellos los encargados de promover políticas públicas en materia de transportes, ni tampoco de buscar la manera de financiar las iniciativas. El gerente general de la empresa, José Miguel Obando, ha puntualizado que como operadores funcionan como unidad técnica pero que son las autoridades regionales, centrales o sectoriales las que deben trabajar en soluciones, léase, financiamiento.
Lo positivo dentro de este cuadro es que a mediados de este mes Merval presentó un documento aclaratorio a la Declaración de Impacto Ambiental, dando respuesta a 60 interrogantes sobre la materia planteadas por diversos organismos públicos.
Por otro lado, se anuncia que los trabajos se desarrollarán de lunes a sábado entre las 23.00 y las 6.00 horas del día siguiente, es decir en las horas en las cuales el servicio no funciona. Pero, aclaremos, hasta ahora no hay siquiera diseño de la obra y menos fecha de licitación para el trabajo mismo.
Esta realidad, fría realidad, aparece casi una burla para la Región de Valparaíso, para sus habitantes, un retraso en siete años de una obra que, objetivamente mirada, es menor pero de gran impacto para la calidad de vida de las personas.
Esto, dentro de un escenario general de transporte público que consume millones y millones en el Metro de Santiago, con nuevas estaciones y líneas, a lo que se agregan un servicio ferroviario expreso a Rancagua y otro a comunas cercanas a la capital. Y todo esto sin mencionar el Transantiago.
Se reitera en este caso una evidente asimetría, inequidad para usar un término de contenido social, en que pesan más los problemas de la gran capital, que las lógicas, olvidadas y postergadas demandas de las regiones.