La frase con la cual titulamos esta columna es de Eusebio Leal, figura mítica cubana, director de la Oficina del Historiador de La Habana Vieja, quien en plena depresión económica de Cuba, producida por el desplome de la Unión Soviética que eliminó los apoyos económicos que recibía la isla, apostó por el turismo patrimonial como estrategia de desarrollo económico.
Convencido de ello, Leal apoyó la promulgación del Decreto de Ley 143 que fue la base para la rehabilitación del casco histórico de la ciudad de forma autofinanciada. Ley que permitió transformar la Oficina del Historiador en una organización institucional facultada para decidir asuntos relativos a la vivienda, a los bienes estatales, al uso de suelo, podía celebrar contratos con todo tipo de figuras jurídicas, nacionales y extranjeras, generar captación de recursos propios, entre otras estrategias para ejecutar las actividades del plan director de la recuperación de La Habana Vieja.
El plan de la Oficina del Historiador concreta las restauraciones de las primeras casonas de un centro histórico que se venía abajo. Tras 24 años ya se ha completado casi el 45% del Plan Director, en un universo de 3.500 edificaciones dentro de una zona histórica de 2.1 kilómetros cuadrados. Los primeros usos de las primeras rehabilitaciones se orientaron a hoteles de alta categoría, convocando a un turismo que atrajo inmediatamente ganancias para la Isla.
El programa abordó la complejidad de un modelo lleno de riesgos, como lo es poner la herencia arquitectónica al servicio del desarrollo económico. Para resolver los conflictos sociales que ello traía consigo, se estableció que la ciudad era para los cubanos y se incorporó un proyecto de viviendas sociales y de servicios para ellos.
Vale la pena revisar los seis pilares que tuvo el modelo de gestión para la reconversión urbana del centro patrimonial de la ciudad: 1. Voluntad política de la más alta autoridad con un pronunciamiento sobre la rehabilitación del casco histórico; 2. Una sola institución para conducir el proceso del Plan Director; 3. Un fuero legal que amparó jurídicamente la acción de la institución; 4. Capacidad para planificar el territorio estratégico de forma integral; 5. Descentralización de los recursos financieros que generaba el centro histórico; 6. Disposición de un Fondo inmobiliario propio.
Sin duda, ningún modelo ofrece un camino replicable para la ciudad puerto de Valparaíso, que no es la Habana Vieja, tampoco Quito, Barcelona, Medellín, Venecia o Buenos Aires, u otras ciudades que nos pueden brindar ejemplos de gestión o planificación en estas materias. Valparaíso es un sistema complejo único de paisaje cultural urbano, inserto en un sistema político republicano con un gobierno democrático que actúa con los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, lo cual requiere un modelo propio de organización, discusión presupuestaria y administración de poder.
Pero lo que sí podemos subrayar en el ejemplo de La Habana Vieja, y otros casos, es la idea que lo técnico en el patrimonio es un puente entre el sistema complejo de la ciudad y la calidad de vida de las personas. Un sistema complejo que se activa desde los hábitos contemporáneos de sus habitantes -sus necesidades- hasta sus monumentos, edificios, viviendas, hasta evidenciar sus barrios y el paisaje cultural de la ciudad completa.
No hay modelos perfectos ni recetas mágicas, pero sí, cuando se comprende que la recuperación del patrimonio urbano es un actuar más bien político que "romántico", los esfuerzos en estas materias tienen mayor alcance para las personas, toda vez que incorporar la dimensión política al patrimonio supone recuperar la forma de pensar la ciudad a una escala material, histórica y humana.
La renuncia de Paulina Kaplan de la dirección del Departamento de Patrimonio de la Municipalidad de Valparaíso, tras 11 años en el cargo, y la ausencia de un plan de gestión patrimonial satisfactorio es una oportunidad para que la ciudad- puerto concilie, de forma urgente, la relación urbana con las distintas industrias que en ella se desarrollan, las más importantes: la portuaria y la turística, haciendo una fortaleza de lo que hasta hoy ha sido una debilidad.
Una ciudad patrimonial concreta, medible y económicamente sostenible requiere de un plan director de reconversión, rehabilitación y restauración del centro histórico de Valparaíso, focalizado en los problemas más grandes de la ciudad: basura, delincuencia, despoblamiento, el alto valor de suelo de zonas depresionadas, la carencia de institucionalidad que exacerba lo que no funciona y un centralismo que dirime todos los asuntos. Ahí están los gérmenes sobre los cuales pueden nacer grandes cosas para los porteños. Aunar confianzas es crucial. Todos los actores de la ciudad debemos levantar un sólido y único relato para el puerto urbano patrimonial de Valparaíso, que atraiga inversión y oportunidades para los porteños.
Difícil contener la expectativa de un liderazgo efectivo para esta ciudad puerto que a pesar de todo brilla y ese es su embrujo más peligroso. Esperamos que una nueva unidad patrimonial logre encabezar un plan de acción que tenga propósitos ambiciosos para una ciudad que merece pensar en grande.
Ignacia Imboden Macarena Carroza *
* Integrantes Corporación Metropolítica