Fue una tarde inédita en Sausalito
Patricio Leal
Comentarista deportivo de
radio Portales
Quienes seguimos desde hace mucho tiempo a Santiago Wanderers entendemos a la perfección la importancia de la figura de Elías Figueroa para la historia del Decano, incluso desde aquellos partidos juveniles que se realizaban previos a los duelos por el campeonato, en que los hinchas llegaban hasta Playa Ancha para observar en cancha a un joven defensa que destacaba por su clase y elegancia.
¡Los aficionados llegaban al recinto para observar a un solo futbolista!
El fenómeno de Figueroa es de aquellos que hoy ya no existen.
Esa relación de admiración que bajaba desde las tribunas, hablaba también de una identidad que con el paso de las décadas terminó por perderse en Valparaíso para con aquellos futbolistas que luego defendieron la camiseta verde.
No tengo dudas que la despedida de Elías en Sausalito fue un hecho singular e inédito en la historia de la institución. Ni la vuelta de David Pizarro desde Italia es comparable a lo ocurrido hace 50 años en avenida Padre Hurtado.
El marco de aquella tarde era impresionante, ya que Peñarol llegaba a Chile como el campeón intercontinental de clubes. Es como si hoy se presentara el Barcelona o el Real Madrid a jugar con Santiago Wanderers.
La efervescencia por la despedida de Elías Figueroa era enorme.
Allí estaba el ídolo, con una carrera meteórica y a quien la gente lo adoraba. Los hinchas del Decano y del fútbol nacional se enamoraron de aquel defensa "súperclase" que en ese instante daba la vuelta olímpica.
Elías Figueroa era motivo de locura. Y es que a pesar que no le dio títulos a Wanderers, sí le entregó el orgullo de haber sido el club desde donde nació el mejor jugador chileno de todos los tiempos, el único en haber logrado ser tres veces el mejor de América, ídolo en Peñarol e Internacional de Porto Alegre y una estrella del fútbol mundial.
Son 50 años dignos de recordar.