Un día, un viejo y entrañable amigo, me dijo que siempre había que estar presentes en los triunfos y en las derrotas. El lo había aprendido de un antiguo líder de la República. Esa noche, tras su derrota, no estuve con él. Me recluí en mi pieza, siendo un veinteañero lleno de ganas, enojado porque las circunstancias de bajo estilo nos habían arrebatado un triunfo que era republicano y que estaba inspirado, no en las luchas de poder, sino en el sentido profundo del servicio. El actor derrotado era una figura de nuestra sociedad regional.
Estas semanas han pasado cosas que quedarán en la historia. Luego de una conversación telefónica, tomé el auto y partí en un deseo de fundirme con otros para escuchar. Manejé apurado 120 kilómetros en busca de un espacio en la historia. El protagonista hacía una alocución que estará inscrita en los libros que estudiarán nuestra descendencia, y pude llegar.
Me colmó la serenidad y el aplomo, la dignidad y la visión. Observé desde el último lugar, en un espacio abarrotado por un clima que no percibía hace años: aquel de la escucha, del aprendizaje, de la lección. "Si no puedo convencer a los míos, no tengo autoridad para seguir". Me golpeó. Pura dignidad. No soy de los "suyos" en el sentido literal, pero estaba ahí.
La primera vez que lo vi, por razones profesionales - el tiempo lo confirmó - me encontré con una persona ecuánime, justa, proporcionada y con ganas de escuchar. Llevamos casi tres años trabajando juntos y puedo reafirmar esa primera impresión que mi abuela me pedía perseverar, porque no me equivocaba. No soy de lo que en estos tiempos de repliegue podríamos decir -de los suyos-, pero debo dar testimonio de mi experiencia por una obligación ética. No creo en las refundaciones, porque todo viene desde algún lugar: con sus éticas, épocas y épicas, pero es fundamental saber que para construir el futuro se necesita reciedumbre, madera y conciencia del tiempo.
He tenido el privilegio de trabajar con Ricardo Lagos Escobar y el pequeño grupo de estupendas personas que lo acompañan. Sus reflexiones las escuché, tal como sus preocupaciones. Competir en un contexto adverso por la inmediatez y el juicio apresurado, sin contexto, y con la demanda del lugar ha sido su activo. La historia reconocerá aquello. He visto muchas veces y en múltiples escenarios, la grandeza de personas que piensan distinto y que aseguran un servicio a la sociedad sin esperar recompensas.
Conozco mi lugar, lo mantengo, sobre todo en esta región, donde me ha correspondido cumplir roles en más de una ocasión, como consejero regional, presidente de partido y jefe de gabinete de dos intendentes regionales. No es demérito reflexionar sobre un liderazgo fuerte en tiempos de cambio y que da un paso al costado. Estoy con los que piensan en Chile.
Hoy es momento de pensar en Chile. El mundo vive cambios y debemos ser rigurosos y elegir a los mejores para estos tiempos. Es mi breve testimonio. La vida continúa.
Gonzalo Cowley
Cofundador Metropolítica