Valeria Barahona V.
Con miras a hacia la contribución en políticas públicas de intervención cognitiva, para trabajar en problemas asociados a la superación de la pobreza y el desarrollo social, el profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez, David Huepe, desarrolló la investigación "Cerebro y adaptación social: cómo influyen las emociones, la inteligencia y la empatía", con el respaldo de Fondecyt.
Poder espectral
Ellos respondieron cuestionarios y luego 60 personas fueron sometidas a exámenes de resonancia magnética, para evaluar su comportamiento neuronal en base a "su capacidad de razonamiento y los conocimientos adquiridos por educación, sumado a funciones ejecutivas como la memoria, la atención, inhibición, planificación, etc., mentalización, empatía, apego emocional, autoestima y optimismo. Todos estos aspectos fueron contrastados en relación a su capacidad de adaptación social", explicó Huepe.
tu zona universitaria
Para el director del Centro de Neurociencia Social y Cognitiva (CSCN) "sería interesante sugerir que al trabajar con población vulnerable, se propicien otras instancias de intervención más allá de aspectos materiales, financieros, educativos y estructurales (todas ellas por cierto, extremadamente importantes). En particular, me parece necesario realizar programas de mediaciones cognitivas con el fin de enseñar a las personas a pensar mejor y potenciar sus habilidades mentales, junto con desarrollar intervenciones terapéuticas que permitan proporcionar a la población herramientas y estrategias que sirvan para la autorregulación emocional".
Centrado en ello, Huepe y su equipo reclutaron a 237 voluntarios "que viven en sectores con problemas de inequidad, violencia, delincuencia, carencias afectivas y estrés social crónico. Eran sujetos entre 18 y 45 años de edad, con un promedio de 42 años y enseñanza media incompleta", contó el profesional.
En el análisis se encontró que personas más adaptadas mostraban un mayor nivel de poder espectral en banda alfa, señal electrofisiológica asociada a mayor metacognición, es decir, "habilidades para monitorear y darse cuenta de los propios pensamientos y capacidad de evaluar el propio desempeño de manera relativamente objetiva", puntualizó el académico. Esto se suma a mayores niveles de comprensión, evaluación y regulación de las experiencias afectivas, evitando así, por ejemplo, hechos de violencia.