Cuando hablamos de inmigración, el debate se ha centrado en cuántos extranjeros hay en el país. Una discusión, en algunos casos, sin mucha sensibilidad con ese otro, el migrante, ya que miramos con suspicacia a ese nuevo vecino sin ascendencia local. No se trata de una simple defensa a la inmigración, sino de comprender cómo es vivir fuera de la "zona de confort" de la lengua, el acento, y el paisaje común.
Es urgente resolver y evitar situaciones de irregularidad, de esa forma impediremos la exposición de los niños y sus familias a una completa vulnerabilidad. Asimismo, salvaguardar en todo momento las necesidades básicas, dentro de las que se encuentra la educación de estos menores extranjeros, independiente de su caso particular.
La inclusión escolar se compone de al menos tres elementos básicos: la presencia, la participación y el aprendizaje. Desde que se publicó la Circular N° 1.179 (2005) del ministro Bitar, todos los niños extranjeros tienen derecho a acceder a un establecimiento educativo. Esto implica la posibilidad de estar matriculado y tener una vacante en la escuela. Y ahora un avance más en su inserción escolar.
¿Cómo hacemos para construir la equidad en la diversidad? Abordar desde los currículos el enfoque de los derechos humanos es otro paso. Mientras no se comprenda e incorpore en nuestros actos que todos nacemos libres e iguales en dignidad y con los mismos derechos, independiente de la nacionalidad, y sobre todo de su condición migratoria, los demás progresos no tienen sentido.
En cuanto a cómo seguimos avanzando, tenemos una Ley de Inclusión en marcha, en el marco de una reforma educacional. El primer peldaño, no lo olvidemos, en el que todos los estudiantes tienen igualdad de oportunidades. Aquí no caben las exclusiones en cuanto al origen, a lo étnico racial o a las creencias religiosas.
Valorar al otro no se aprende sólo declamando ni relevando conocimientos, sino con el vivir la experiencia de estar con personas distintas. Por tanto, el colegio es un espacio fundamental para crear instancias de diversidad, tolerancia, convivencia; vale decir, aprendizaje del otro.
La educación es la forma en que las sociedades traspasan a los nuevos miembros su conciencia moral que hace posible vivir en colectividad y evita esa percepción de estar a la intemperie. En este contexto, ¿dejamos a los extranjeros, y sobre todo a sus hijos, en ese desamparo? La respuesta, claramente, no.
Carlos Henríquez
Secretario ejecutivo Agencia de la Educación