La pérdida directa se puede medir en menores ingresos para el puerto de Valparaíso debido a la migración de dos líneas de cruceros que ahora trasladan sus recaladas al terminal de San Antonio. Pero el daño es mucho más amplio, pues el zarpe, para usar un término marítimo, de las líneas Aida Cruises y Norwegian Crusies Line significa pérdidas para actividades conexas con las recaladas como transporte, gastronomía, hotelería, turismo, servicios y comercio en general.
Valparaíso pierde a la vez en visibilidad en la exposición que significa conocimiento en terreno de la ciudad y sus proclamados atributos a miles de pasajeros de cruceros turísticos.
Ese zarpe es la "crónica de un naufragio anunciado". Valparaíso no ha sido "amistoso" con la industria de cruceros y ha presentado problemas tanto para la planificación de las recaladas, que debe hacerse con gran anticipación, como para la atención misma de los viajeros debido a presiones de un sector laboral.
Y el turismo, premisa básica, no florece en ambientes conflictivos. Así, a las dos que se van se suman otras dos que también eligen San Antonio, Regent Seas y Oceania Cruises.
Para el gerente general de la estatal Empresa Puerto Valparaíso (EPV), Gonzalo Davagnino, "no hay que mirar muy lejos" para establecer responsabilidades en la pérdida de seis recaladas de cruceros en la presente temporada. Acusa al concesionario TPS por temas de programación, tarifas e indiferencia ante una convocatoria municipal que buscaba fórmulas para evitar conflictos y facilitar recaladas. El ejecutivo, además, anuncia multas insistiendo en que TPS "tiene reglamentos que respetar… debe atender a todos los buques y darles seguridad. Eso implica que su gente y sus sindicatos trabajen".
Por su parte, Juan Esteban Bilbao, gerente general de Valparaíso Terminal de Pasajeros (VTP), aun cuando no ha recibido notificación oficial de los operadores de cruceros, acusa de "intransigencia" tanto de TPS como a los trabajadores portuarios al "tomar a la industria de cruceros como rehén para poder solucionar sus propios problemas (conflicto de cargas limpias)". Culpa, además, a la estatal EPV al "aceptar que se modificaran los cambios que dispuso el Terminal". Anuncia, en tanto, acciones para que los responsables compensen el perjuicio causado.
Con todo, la situación escapa a los intereses sectoriales de EPV, TPS, VTP y trabajadores, pues, como se dijo, castiga a muchas actividades. Ello exige la intervención de una autoridad superior que busque cerrar el problema y evitar su extensión a otras líneas de cruceros e incluso a otros puertos del litoral nacional potencialmente amenazados.