"El tiempo pasa y es el momento de dar un paso al costado"
La conversación se retrasa en su inicio. Los 125 años de Santiago Wanderers hacen que el teléfono de Juan Olivares, en su hogar de Santa Inés, no deje de sonar. El exportero de Los Panzers se da el tiempo necesario para responder a todas las consultas de quienes quieren saber, de voz del máximo ídolo de la institución, algún dato sobre la centenaria historia del club.
"Me gusta el cariño de la gente, pero también me da mucha vergüenza", asume el mundialista en Inglaterra 1966 y Alemania 1974, antes de confesar que en las últimas semanas lo han invitado a una serie de actividades en donde ser el foco de atención es algo que a sus 76 años "me complica".
Vive solo en su casa de Viña del Mar, tras cinco años en que debió lamentar la partida de su señora y la de una de sus hijas.
Con una eterna sonrisa en el rostro y amabilidad en cada uno de sus actos, es evidente que el actual preparador de arqueros de la divisiones cadetes porteñas algo quiere decir. Y antes de hacerlo, se toma unos segundos.
"El tiempo pasa y es el momento de dar un paso al costado", afirma con seguridad. Y luego repasa su historia, recordando que como futbolista se sumó a los caturros en 1959 ("me trajo el señor René Rodríguez, al igual que a Armando Tobar"), mientras que luego de su retiro de la actividad volvió al Decano en 1995 como formador de porteros.
- ¿Qué significa dar un paso al costado?
- Que de acá a fin de año van a ser mis últimos meses trabajando en cancha. Me hubiese gustado seguir, pero la rodilla me está pasando la cuenta ya que cada entrenamiento lo termino con muchas dificultades. Lo he hablado con la familia, y mis hijos me han hecho ver que antes que pase algo peor en lo físico, el tiempo pasa y es el momento de dar un paso al costado. Además, quiero entregar ahora mi puesto para que llegue un muchacho con nuevos bríos.
- Es difícil pensar en Wanderers sin Juan Olivares.
- Y también a Juan Olivares sin Santiago Wanderers, y por eso quiero hablar con Jorge Lafrentz, porque me gustaría seguir ayudando. No lo sé, quizás ser veedor de muchachos y ayudar para que sigan llegando nuevos elementos provenientes de los barrios. Y si los chicos que quieren ser porteros no caminan en las pruebas de jugadores, que me los envíen y yo trabajo con ellos en Santa Inés. Ahí los voy a volver buenos.
- A usted nunca le hicieron un partido de despedida. ¿No será el momento?
- No, no me gustan. Esa opción ya fue y no se dio. La verdad es que no me gustaría pedir nada, tal vez, que me permitieran seguir con la tarea de un veedor, pero eso depende de los dirigentes.
- Si hacemos un poco de historia, ¿en qué momento se une la vida de usted con la del Decano?
- Desde chico tuve la posibilidad de ir a ver jugar a Everton en el estadio El Tranque, pero una vez me toca presenciar mi primer Clásico Porteño, colgado de los árboles para el lado de la laguna. Wanderers ganó uno a cero con gol del "Huaso" Ahumada, pero más que el marcador, a mí lo que me gustó era el hermoso color de las camisetas y la forma en que jugaban, sin dar ninguna pelota por perdida. Me gustó la entrega, la misma que yo tenía en mi club amateur, el Estrella Naciente de Santa Inés.
- ¿Cuál fue su momento más triste junto a la institución?
- No hay muchos. Gracias a Dios nunca me fui al descenso con Santiago Wanderers, porque eso sí que es triste. Pero sí lo pasaba mal desde lejos. En 1977, cuando se bajó por primera vez a Segunda, me tocó con Cobreloa disputar la liguilla final contra Wanderers, Malleco y Santiago Morning. Para el partido con Wanderers, me vino a saludar don Agustín Prat al camarín, quien me dijo "vengo a saludar al amigo y al deportista, pase lo que pase el próximo año usted volverá a ser el arquero de Wanderers". Empatamos a uno.
- ¿Fueron Los Panzers de 1968 el mejor equipo en la historia de los porteños?
- Me parece que sí, aunque cuidado, porque el de 1958 fue otro tremendo grupo de jugadores y que se merece todo mi respeto.
- Cuando se habla del estilo de juego caturro lo primero que se viene a la mente es la garra de Los Panzers.
- Es que no dábamos una pelota por perdida en la cancha, con un tipo enérgico como José Pérez en la banca. Me recuerdo, en el torneo pasado con San Luis en Playa Ancha, se me llenaron los ojos de lágrimas porque fue una vergüenza. Antes nos preparábamos para marcar al hombre, para jugar a favor y en contra del viento, con viento a ras de pasto y sin él, aprovechando la velocidad de los punteros, a pases largos y a la espalda de los defensas. Tampoco hay mucha ciencia en lo que estoy diciendo.
- ¿Cuál es la explicación para la enorme identificación alcanzada con la hinchada? No hay dudas que usted es, actualmente, el máximo ídolo y referente del club.
- Yo creo que lo logré por el cariño con que siempre le he respondido a la gente de Wanderers. Con respeto para hinchas importantes y para personas muy pobres que me pedían si podía asistir a los cumpleaños de sus hijos. Me dejaban la dirección y ahí estaba.
- ¿Qué diagnóstico tiene del momento que vive el club en su aniversario 125?
- Yo puedo hablar desde el área formativa, en donde me desempeño. Si uno ve la dirigencia, tengo claro que hay personas que son muy buenas y valiosas, pero también gente que no tiene mucha idea de la actividad. Creo que institucionalmente nunca habíamos estado mejor que ahora. En cadetes somos más de 20 personas y nada nos falta.
- ¿Hay alguna deuda con Santiago Wanderers?
- Me hubiese gustado ser más campeón, porque Wanderers y su gente se lo merecen. Fui dos veces campeón de Copa Chile ('59 y '61), con Los Panzers en 1968 y el ascenso de 1978. Y como preparador de arqueros en el 2001. Me duele saber que pudieron ser un par más y que por distintas razones no se pudo.
"Quiero hablar con Jorge Lafrentz porque me gustaría seguir ayudando. No lo sé, quizás ser veedor de muchachos y ayudar para que sigan llegando nuevos elementos provenientes de los barrios""
"Dubost fue el más wanderino de todos"
Juan Olivares se emociona cuando recuerda sus primeros días en Santiago Wanderers. Era 1959 y el joven portero era recibido por el capitán Jorge Dubost "un tipo al que se le debería levantar un monumento por su wanderinidad". "Apenas entré al vestuario me dijo, 'cabrito' te felicito por haber llegado, todas las cosas lindas que haces en tu cerro repítelas con nosotros, para ti soy 'Choche', don Jorge o capitán.... a mí me entregó muchos valores y el amar profundamente a esta institución", sostiene el mundialista en Inglaterra 1966 y Alemania 1974, antes de confesar que "a mí me lo preguntaron y yo di su nombre como alternativa para llevar el nombre del exestadio Valparaíso... fue el más wanderino de todos, aunque Elías Figueroa tiene también todos los méritos para ello".