"Valparaíso no existiría sin los migrantes". Afirmación del sacerdote Pedro Nahuelcura al iniciar la misa del Día Nacional del Migrante oficiada el domingo en la Parroquia del Inmaculado Corazón de María.
Los números dan la razón al sacerdote, pues la migración que hoy es tema de alcances internacionales, generalmente con trasfondo de dolor, no es novedad para nosotros. El censo de 1907, hace 110 años, mostraba que sobre una población del antiguo departamento de Valparaíso, esencialmente urbano, que llegaba a 176.321 personas, 14.630 eran extranjeros procedentes de 34 países. La mayoría europeos, pero algunos de la lejana China y otros con pasaporte turco, pero que en verdad procedían del mundo árabe.
Y esos extranjeros se fueron mezclando con chilenos quienes, a su vez, tenían raíces en anteriores corrientes de migración y, por cierto, en pueblos originarios.
En el oficio religioso del domingo se reunieron numerosos extranjeros recién llegados al país, que replican, de un modo o de otro, las mismas inquietudes, aspiraciones y problemas de aquellos llegados hace un siglo o más.
Pero si en nuestro medio la migración no es novedad, acoger a esas personas requiere, junto con recordar el pasado y nuestro propios orígenes, una mirada generosa, sin espacios para el racismo excluyente y asumiendo que esas corrientes humanas son un aporte más a nuestra nacionalidad, como lo fue en el pasado lejano y cercano.
Claramente hay problemas, como el abuso a que son sometidos esos extranjeros que llegan en busca de oportunidades huyendo de variadas condiciones adversas. Se han detectado redes que facilitan el ingreso ilegal al país y el tráfico de contratos de trabajo falsos que abren las puertas a la residencia permanente de los extranjeros. Tienen, además, problemas en el acceso a salud, educación y vivienda.
Algunos caen por necesidad en conductas ilegales, como el comercio ambulante que afecta gravemente a nuestras ciudades. Otros, derechamente, llegan al país en plan delictual, algunos violentos y otros especializados en delitos informáticos.
La gran mayoría, sin embargo, viene a trabajar, algunos con alta calificación profesional y otros solo con sus manos.
Son realidades diversas que nos están superando y que exigen la modernización de nuestra legislación sobre la migración, tarea iniciada por el Gobierno a través de un proyecto de ley que debe ser debatido para perfeccionarlo con visión de futuro, pues la migración se mantendrá en el tiempo, tal como ocurre en otras latitudes.
Pero más allá de la norma legal, fundamental es tener frente a esas corrientes una posición solidaria, pues se trata de una realidad parte de nuestra historia como país y como personas.