La creativa intervención del Pato de Hule gigante ("Rubber Duck", creado por el artista holandés Florentijn Hofman) fue instalada ayer en el Muelle Prat de Valparaíso, en el marco del festival de arte urbano Hecho en Casa, auspiciado por la empresa de telecomunicaciones Entel y precedido de un inédito golpe publicitario tras su ¿infortunado? pinchazo (no, pese a su nombre, no es de hule) en la laguna del parque de la Quinta Normal, en Santiago.
La experiencia que se pudo vivir ayer en el citado muelle superó cualquier expectativa, desde las decenas de personas que hicieron guardia para no perderse un detalle de su inflado, hasta la apocalíptica postal del pato en cuestión supervigilando tierra firme desde la bahía y, a diferencia de la experiencia en Quinta Normal, con diversos puntos de referencia (las grúas de TPS, los buques o las lanchas) que permitían dimensionar en todo su esplendor el gigantesco tamaño de la obra.
Pero la intervención (o instalación artística) va mucho más allá de la ternura e imponencia del pato y, tal como su paso por Santiago encendió las redes sociales con memes y ocurrencias derivadas de su accidente, en Valparaíso creó un microclima de expectante alegría y devoción por su figura, con una inusitada proliferación de comerciantes ambulantes (que, más allá de las patentes y permisos, demostraron una genialidad y oportunismo a toda prueba), que ofrecían al público pequeños patos de juguete, patos inflables, globos-pato, bastones selfie, huevos de pato de plástico y, en rigor, cualquier cosa amarillenta que pudiera relacionarse con el arte del holandés. Asimismo, se vivió el regreso de las cocinerías ambulantes y una pocas veces vista marea humana en la entrada al muelle para saludar a Rubber Duck. Todo, con orden y un ánimo festivo y relajado que parecía echarse de menos por estos pagos.
Para los puristas, la discusión de si el pato es o no una obra de arte puede resultar tan bizantina como volver sobre el urinario de Marcel Duchamp o los desechos enlatados de Piero Manzoni. El "diálogo" del pato con la ciudadanía, que según algunos expertos no existe en este caso, bien puede ser validado a través de su irrupción en el ciberespacio tras el pinchazo o la boyante muestra de capitalismo económico oportunista (oferta que satisface una demanda, capítulo 1 de Fundamentos de la Economía de Samuelson) que pudo apreciarse ayer en Valparaíso.
Así como hace algunos años la cultura dio un brusco giro en Chile a propósito de la criticada presentación de La Muñeca Gigante y el arte que se instaló desde ese entonces en los semáforos, el Pato de Hule vuelve a abrir un interesantísimo debate sobre los límites del arte. ¿Qué piensa usted?