Si ha funcionado el sistema de concesiones en las carreteras, mejorando notablemente la conectividad en todo el país, más allá de problemas abordables, es lógico pensar en esa modalidad para los ferrocarriles. Así, resulta esperanzador lo expresado por la ministra de Transportes y Telecomunicaciones, Paola Tapia, quien anunció estudios sobre la posibilidad de concesionar servicios ferroviarios locales, considerando que la ferroviaria estatal, EFE, carece de recursos para nuevas inversiones.
Esta carencia fue reconocida por Germán Correa, presidente del directorio de EFE, también autoridad máxima de Merval, servicio local dependiente de esa empresa del Estado.
Ante esta realidad y la largamente esperada prolongación del servicio de Merval a Quillota y Calera, la ministra Tapia planteó la posibilidad de concesionar, para lo cual se hará un estudio sobre alcances sociales y económicos.
Además, se analizará el sistema para revivir el enlace ferroviario entre Valparaíso y Santiago, desaparecido hace décadas debido a problemas económicos, al desarrollo del transporte carretero de pasajeros y carga y también debido a la extensión de la vía construida el siglo antepasado, 187 kilómetros.
La concesión ferroviaria sería una novedad en el país, donde por más de un siglo y medio el Estado ha sido el gran operador de la red, con luces y sombras.
Se debe considerar también en que hay una tendencia universal al rescate de esa antigua modalidad de transporte, modernizando equipos y vías, lo que se advierte en Europa y particularmente en China y Japón.
El medio ferroviario es un aporte real al mejoramiento del transporte público y a la descontaminación y descongestión de calles y caminos, ya que utiliza rutas propias. Su aceptación en el plano internacional, nacional y local está comprobada.
Ahora, desde un punto de vista exclusivamente regional, la inversión pública o privada en ferrocarriles tiene un sentido de equidad ante la evidente asimetría que existe en el gasto y continuo desarrollo del Metro de Santiago y la limitada ruta de Merval, que con su tramo Puerto-Limache ni siquiera cubre el trazado histórico de nuestros trenes locales que llegaban hasta Llay Llay.
La posibilidad de concesionar la red actual, sus prolongaciones o nuevas rutas, debe avanzar con estudios efectivos, más allá de reservas ante la participación privada y de anuncios tan frecuentes en la primavera electoral.
Estos estudios y la convocatoria a inversionistas del país y del exterior podrían conducir a realidades concretas, contribución decisiva a los crecientes problemas del transporte público y de la conectividad misma de nuestras ciudades. Por ahora, al menos, una luz al final del túnel.