En muchos frentes se libra la batalla por la ciudad: aseo, pavimentación, iluminación, seguridad, perros vagos, congestión, rayados… En fin, son múltiples. Uno de esos frentes recurrentes, endémicos, son los grafitis, que afectan a propiedades privadas y públicas e incluso a monumentos y hasta medios de transporte.
Dentro del cuadro nacional pareciera que Valparaíso es la víctima preferida de esas agresiones que nada respetan y desalientan recuperación e inversión. Sin embargo, hay muchos que no se rinden en esa lucha y tras reiterados emporcamientos pintan y repintan con la esperanza que algún día los malandrines del spray se aburran.
Y dentro de esos luchadores destaca en estos días el trabajo ejemplar en que estudiantes del Duoc UC y vecinos de la sufrida calle Cumming, junto a la castigada plaza Aníbal Pinto, han limpiado la fachada de mosaicos de un edificio del sector, reiteradamente dañada por los grafiteros. Se operó con una solución química a base de diluyente a la piroxilina, material caro pero efectivo en la limpieza de superficies.
Los mosaicos, material de origen milenario, son pequeñas piezas, que colocadas una a una conforman un revestimiento original y de gran duración. María José Maturana, una de las estudiantes que participó en la limpieza aspira a que "la gente tome conciencia del rescate de esto, que es una de las pocas demostraciones que hay en la ciudad de este tipo de mosaicos…esperamos que la gente valore el trabajo del mosaico, que es súper difícil de hacer… sería una gran decepción verlo rayado nuevamente a los pocos días".
Una gran decepción, justificada, pues no sólo se estaría ofendiendo a quienes han emprendido este ejemplar trabajo de recuperación, sino que también se desalentarían estas intervenciones, tanto en ese lugar como en otros que merecen mejor suerte.
Pero el tema no termina únicamente en la recuperación de los espacios dañados. Hay que ir al fondo del problema con decisión y medidas concretas.
En primer lugar hay que buscar una fórmula de estímulo para que vecinos y sus organizaciones cuenten con recursos para la recuperación de espacios valiosos, ya sea afectados por el paso del tiempo o fenómenos naturales, como dañados por acciones vandálicas recurrentes en nuestra patrimonial ciudad.
Pero, a la vez, hay que dar respaldo a esos esfuerzos con una normativa que, sin vacilaciones ni justificaciones generosas, sancione a los autores de estas agresiones urbanas. Y al respecto encontramos ejemplos de políticas duras que tienen un decisivo efecto disuasivo como lo han experimentado algunos compatriotas en el exterior.