Positiva es la buena disposición y el interés que tiene el actual intendente regional, Gabriel Aldoney, por reunirse con su sucesor. Su actitud tiene un profundo sentido republicano que habla de la continuidad que deben tener las políticas de Estado, más allá de consideraciones ideológicas.
Esta posición, que felizmente se advierte en nuestra Cancillería donde muchas veces se sostienen reuniones de consulta con ministros de administraciones anteriores, perfectamente se puede replicar a lo largo del país con un sentido de "políticas regionales" en las cuales se mira al bien común, a materias que no tienen sesgo partidista.
Así, el cambio de intendente debe ir más allá de la firma de un acta, de la entrega de una oficina y de un apretón de manos. Ese cambio debe estar marcado por una completa y prolija información para el sucesor sobre problemas, planes en marcha y disponibilidad de recursos, entre muchas materias.
Por otro lado, el sucesor no puede llegar, como a veces ocurre, con un ánimo refundacional, "todo de nuevo".
Por regla general, hay situaciones que exigen miradas y acciones que nada tienen que ver con candados doctrinarios.
Por ejemplo, Aldoney habló del tema hídrico. Es una materia crucial para la vida humana, para la economía, para el campo y la ciudad. Y las condicionantes de esa materia se relacionan tanto con la naturaleza como con el comportamiento de la sociedad en general, de sus integrantes y de sus organizaciones.
Aparecen muchas tareas pendientes que exigen continuidad y amplio conocimiento en la nueva administración sobre lo obrado y sobre los tropiezos aparecidos en el camino, tropiezos que, conocidos por los sucesores, pueden ser evitados y superados.
De ahí la importancia de la relación entre quien entrega y quien llega, relación que bien podría extenderse en el tiempo, tal como ocurre en el señalado caso de la Cancillería.
Hay que destacar que este ánimo republicano, este sentido de Estado, corresponde a la manera de ser dialogante y abierta del actual intendente, quien entiende que la autoridad, por elevada que sea, es un servidor público más con fecha de término.
Esta actitud, idealmente, debería ser compartida en todos los niveles de la administración con una disposición transparente y de colaboración, reconociendo que la temporalidad de los cargos públicos exige la entrega abierta, completa, de antecedentes que contribuyan al éxito del sucesor.
Y en esa dirección hay un buen ejemplo en los niveles ministeriales, donde se ha mantenido una relación de trabajo buscando una transición armónica, beneficiando el país, lo cual replicado en el plano local supone también beneficios para la Región.