Duques de Sussex dan cátedra sobre la renovación de la monarquía británica
REINO UNIDO. El matrimonio del príncipe Harry y la actriz Meghan Markle estuvo marcada por pequeños y sofisticados símbolos, como la caminata de la novia por la capilla, el diseño del vestido y el recuerdo de Diana de Gales.
Hija de una afroamericana y un descendiente de irlandeses, estadounidense, reconocida actriz, defensora de la igualdad de género, divorciada, tres años mayor que su actual marido, y propulsora del buen comer, la bohemia y el estilo, la duquesa de Sussex, Meghan Markle, y el príncipe Harry, mostraron ante las cámaras de todo mundo la esperada renovación de la monarquía británica.
Un Rolls-Royce Phantom IV, construido en 1950, llevó a la duquesa y su madre -quien lució con elegancia su piercing en la nariz y cabello rasta, acomodado bajo un clásico tocado verde agua -hasta el Castillo de Windsor, al oeste de Londres, Inglaterra.
La novia llegó con la conocida puntualidad británica, siendo precedida, tal como manda el protocolo, por el arribo de la reina Isabel II, enfundada en un alegre traje verde limón decorado con detalles púrpura.
Igualdad de género
La nueva integrante de la familia real entró sola a la Capilla de Saint George, lo que fue interpretado como un signo de independencia, en línea con su activismo por la igualdad de género. El padre del novio, el príncipe Carlos, sólo acompañó a Meghan en el último tramo hasta el altar.
Allí el príncipe Harry la esperaba nervioso y sonriendo al resto de la familia real, acompañado por William, su hermano y padrino de matrimonio. Los dos vistieron sus uniformes de Blues and Royals. Meghan llegó sonriente a su reclinatorio, escoltada por un séquito de pequeños nobles, entre ellos los príncipes George y Charlotte, hijos de William y Kate Middleton.
Commonwealth
La pieza de tul de seda fue un homenaje a la Commonwealth (Mancomunidad de Naciones Británicas), 53 países que mantienen lazos históricos con el Reino Unido.
El velo fue sostenido por la tiara de filigramas de la reina María, abuela de la actual monarca, quien creó la pieza en 1932, con platino y diamantes.
Estos símbolos abrigaron el minimalista vestido diseñado por la casa de modas Givenchy.
Los novios permanecieron tomados de la mano durante casi toda la ceremonia, oficiada por el párroco de Windsor, David Conner, junto al obispo de la Iglesia Anglicana, Michael Bruce Curry, y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby.
Curry fue el encargado de realizar la homilía, centrada en el amor, mientras que Welby tomó los votos matrimoniales a los duques, donde la novia prometió amar y respetar a su marido, aunque sin pronunciar la palabra obedecer, al igual como lo hizo la princesa Diana, en 1982, cuando se casó con Carlos.
La fallecida heredera al trono también fue homenajeada en el ramo de Meghan, que llevó pequeñas flores No me olvides, las favoritas de la madre de Harry, quien las cortó del jardín del Palacio de Kensington, donde vivió Diana.
La ausencia del padre de la novia
Uno de los grandes ausentes en la ceremonia fue el padre de la novia, Thomas Markle, de 73 años, quien vio el enlace por televisión, desde Estados Unidos, debido a problemas de salud. "Siempre he querido a mi padre y espero que se le dé el espacio que necesita para concentrarse en su salud", expuso la princesa.