"El sentido más profundo de las cárceles es recuperar y rehabilitar de forma tal de que esas personas que han cometido un error puedan tener una segunda oportunidad y volver a sus familias". Palabras del Presidente de la República Sebastián Piñera al poner la primera piedra de un "Espacio Mandela" en el Centro de Cumplimiento Penitenciario de Valparaíso, iniciativa que busca, a través del trabajo y la capacitación, rehabilitar para reintegrar en la sociedad a quienes han violada la ley.
Buenas palabras, pero tarea difícil, casi una misión imposible, lo que se comprobó justamente el martes cuando el Jefe de Estado ponía en marcha la propuesta. En esos momentos seis reclusos se autoinfirieron heridas como una forma de opacar le presencia presidencial y el proyecto mismo. En parte lograron su objetivo, pues el hecho fue noticia. Y ese autoatentado se suma una "huelga líquida" en el mismo penal, hecho reconocido por el ministro de Justicia, Hernán Larraín, y en el plano nacional, la amenaza de paro del personal de Gendarmería.
Y como escenario general de toda la situación se debe considerar el hacimiento en las prisiones, la violencia latente entre los reos, el consumo de drogas y la comisión de delitos mediante el uso de teléfonos móviles supuestamente prohibidos en las cárceles.
Pese a toda esta realidad negativa, hay que insistir en los esfuerzos de rehabilitación, tarea complicada donde los resultados pueden ser decepcionantes, pero los condenados, con todo el mal que puedan haber hecho y con toda explicable la presión social de castigos duros, son seres humanos que merecen oportunidades.
"Espacio Mandela", que se extiende a varios penales del país, es una iniciativa de la Fundación Invictus que busca apoyar a los reclusos en aspectos laborales, psicológicos y sociales, mejorando las condiciones en la prisión y, finalmente, logrando la rehabilitación.
Buenas palabras y buenas iniciativas, pero que exigen medios, constancia y vocación al servicio para el rescate de seres humanos que por variados factores han violentado las normas legales.
El ambiente hostil y los múltiples tropiezos que aparecen en esta tarea no pueden ser motivo de desaliento y abandono, como tantas buenas intenciones que nacen y mueren en los más variados campos.
Por el contrario, es necesario que la tarea rehabilitadora sea una tarea constante y convocante más allá de las carencias de la estructura penitenciaria como lo entienden Invictus y otras organizaciones. Además, esa labor debe ir acompañada de modificaciones legales que sustenten un trabajo sistemático de integración social, ineludible, que toca, directamente, con el tan recurrido discurso de la lucha contra la pobreza.