¿Hasta cuándo?
Me sorprende el temor que las autoridades, políticos y medios de comunicación de todo tipo, tienen de mencionar quienes están detrás de la violencia. Ya vamos para un mes de destrucción de nuestro querido y amado Chile y todavía hablan de "manifestaciones pacíficas y familiares".
¿En qué mundo viven? ¿No se dan cuenta que lo pacífico ya fue y ahora se trata de destruir y de hacer caer un gobierno legítimamente elegido, rompiendo la democracia que dicen defender? ¿Hasta cuándo le hacen el juego al comunismo internacional y a sus agentes locales?
Ruego a Dios que la razón llegue a la juventud y los trabajadores chilenos para que dejen de ser instrumentalizados por los que quieren destruir nuestra sociedad y nuestros valores.
Francisco Javier Morera Hierro
Cuidemos la democracia
Es muy distinto querer un Chile mejor, a querer el poder a como dé lugar. Considerando que prima "el fin justifica los medios" y el voluntarismo irresponsable, creo que estamos ante lo segundo.
Una parte de la izquierda chilena busca generar un vacío de poder absoluto, bajo la presunción de que ellos lo pueden llenar de mejor forma. En ese afán buscan deshacerse de cualquier marco institucional adverso. Entonces, ya no es el problema sólo el gobierno, sino el sistema completo.
Como ironía, el trazado es similar al que la izquierda, convenientemente desmemoriada en muchos casos, intentaba generar desde mediados de los años sesenta en Chile. No hay que olvidar que en esa época una parte importante de ella desdeñaba el orden democrático e institucional, pues lo consideraban, al igual que ahora, un orden en todo sentido injusto, que había fallado, que sólo servía a los ricos y, por tanto, que no admitía reformas, sino el ser desmantelado completamente.
En ese afán fueron sistemáticamente intentando horadar las bases institucionales de la democracia de la época por dos vías: la insurreccional y la de los resquicios legales. Con ello contribuyeron a llevar a la democracia chilena directamente al matadero, tal como lo advirtió Radomiro Tomic en 1973. Y todos sabemos cómo terminó ese maximalismo destructivo.
Cuidemos la democracia.
Jorge Gómez Arismendi
Tolerancia y unidad
Ante la coyuntura y los difíciles momentos que enfrentamos como patria, en nuestro rol de entidades de estudios históricos nacionales, reflexivas y conscientes de nuestro pasado y los procesos sociales, hacemos un llamado a la ciudadanía en general a mantener, restaurar y restablecer el orden público, tan básico y necesario para la integridad, desenvolvimiento y dignidad de todos quienes somos parte de la nación.
Repudiamos los actos delictuales, vandálicos y terroristas que han tenido como resultado algunos de los días más tristes y lamentables de los últimos años, con personas muertas y otras heridas, miles de otros afectados en lo laboral y familiar, además de lo que respecta a nuestro ámbito como lo es el daño patrimonial.
En el marco de nuestra misión de resguardar y difundir el patrimonio material e inmaterial, consideramos nos corresponde pronunciarnos cuando este se ve afectado, observando que este es único y no siempre reemplazable.
Todos los chilenos, con nuestras diferencias y similitudes, poseedores de unas u otras demandas y/o necesidades, somos parte viva de la historia de este país, al cual amamos y respetamos, sociedad que se ha ido formando desde los inicios de la República. Somos consecuencia del trabajo de aquellos hombres y mujeres falibles que han permitido y posibilitado ser una nación señera, con valores transcendentes que hablan y velan por el respeto, fraternidad, espiritualidad y dignidad que nos debe mover para volver a los caminos de la tolerancia y sentido de unidad.
Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile, Corporación Patrimonio Marítimo de Chile, Sociedad Chilena de Historia y Geografía, Instituto de Investigaciones Históricas José Miguel Carrera, Instituto O'Higginiano de Chile
El que baila, pasa
Hemos sido testigos de un nuevo mecanismo de las manifestaciones, el denominado "el que baila, pasa". Una práctica, algunos dirán, pintoresca y entretenida, que alegra a los asistentes. Pero ¿es realmente una actitud digna de aplausos?
Pareciera ser que no hay problema alguno si un conductor se une a la fiesta. Lo complejo del asunto emerge cuando alguien se niega a sumarse al jaleo, pues lo ven como un amargado traidor que no merece pasar por sus calles. Casos muestran cómo han humillado, encarado e incluso golpeado a aquellos que no han querido bailar al ritmo de "la paz". Lo carnavalesco mutó a totalitario en un abrir y cerrar de ojos.
Quién diría que los salvadores de Chile, aquellos que dicen querer eliminar el fascismo y los abusos, padecerían del germen fascista en lo más hondo de sus talantes.
Nicolás Martins Fundación Para el Progreso