Se pensaba que iba a ser un Papa conservador. Sus escritos, su trayectoria, hablaban de un pontífice renuente a los cambios, quizás alejado de la realidad de los tiempos. Sin embargo su pontificado nada ha tenido de conservador. Por el contrario, sus decisiones resultan renovadoras y hasta revolucionarias en un esquema eclesial muchas veces rígido y hasta marcado por la reserva.
Benedicto XVI, el Papa alemán, el intelectual, el teólogo profundo, afrontó con decisión las grietas materiales de la Iglesia, denunciando abusos que involucraban a sacerdotes, pidiendo perdón y haciendo los cambios que le dictaba su conciencia.
El rostro de la Iglesia requería de trasparencia para entregar con plena autoridad el mensaje evangélico, cuya base es el respeto por la dignidad de la vida.
Así, con decisión, asumió su pontificado Benedicto XVI, en una tarea donde quedan muchos puntos pendientes, pero donde la ruta está señalada y es ineludible para su sucesor.
En su mandato hay un sello de transparencia, de humildad, de humildad evangélica, pero también de fortaleza, pues es necesario ser fuerte para reconocer errores, omisiones y pecados en una organización que es propia y de la cual él mismo ha sido por años el responsable.
Este Pontífice que hoy deja el sitial de San Pedro resultó, más que conservador, sorprendente por muchas de sus decisiones, especialmente por la última, su determinación de renunciar al cargo de jefe espiritual de un credo mayoritario en el mundo.
Su legado, más allá del universo católico, alcanza a toda la humanidad, por su insistencia en la paz y en la importancia del ser humano y de su dignidad.
Además, su partida encierra una lección de humildad y de sacrificio: el reconocimiento de las limitaciones que le impiden seguir, responsablemente, al mando de la compleja estructura de la Iglesia, con sus alcances materiales y especialmente espirituales.
Hoy jueves, al término de su pontificado, hay reconocimiento generalizado a su tarea y una esperanza, más allá de las señaladas fronteras religiosas, del avenimiento de un nuevo pontífice inspirado en Benedicto, con sello propio, pero consciente de la importancia y de la contribución de la Iglesia Católica en la complejidad de la sociedad universal.