Educación e integración
Uno de los factores más determinantes para la integración de la sociedad es la educación, las escuelas, las universidades.
Chile es un país preocupantemente desintegrado socialmente. Ello ha venido en aumento en los últimos decenios con consecuencias negativas para el desarrollo de la identidad, el sentido de pertenencia, la paz social, la solidaridad y la construcción permanente de la nación.
Nuestro país es uno de los que peor redistribuyen la riqueza y con una de las mayores distancias entre los que ganan más con los que ganan menos. Las ciudades son ejemplos de segmentación, barrios para ricos, barrios para sectores medios, barrios para pobres. En ellos es palpable la diferencia entre unos y otros, los servicios, los equipamientos urbanos, los jardines, los lugares de esparcimiento, la seguridad, los establecimientos educacionales, los policlínicos son diferentes, unos mejores y otros peores.
Uno de los factores más determinantes para la integración de la sociedad es la educación, las escuelas, las universidades. Esos son lugares de intensa sociabilidad, espacios para compartir, dialogar, generar amistad cívica. Son espacios para el conocimiento, la reflexión conjunta, la construcción o deconstrucción de nación. En nuestro país la educación está muy segmentada y existen concentraciones de pobres en algunas escuelas y concentraciones de sectores medios en otras y de ricos en menos. Lo peor es que esta segmentación va acompañada de diferencias graves en la calidad de la educación y, por tanto, tampoco se produce la igualdad de oportunidades que hemos proclamado.
La Universidad fue el lugar en que se producía la integración de la sociedad, allí se juntaban todos, se conocían y allí se generaban procesos de construcción de capital humano, de capital social y de amistad cívica necesaria para la cohesión, comprensión, compromiso y solidaridad determinantes en la construcción de la nación. Esto ya no es así y ello se ha debido a la aplicación de un modelo de educación que en este punto ha sido peligrosamente desintegrador.
Debemos volver a pensar sobre la manera de transitar desde una sociedad con una de las peores distribuciones de la riqueza a una sociedad más justa y equitativa. Este cambio hará bien a Chile y lo agradecerán las generaciones futuras.