Pareciera que no provoca sorpresa conocer a partir de los medios globales y redes sociales alguna convulsión imprevista a partir de situaciones de conflicto entre sistemas sociales, políticos, económicos, tecnológicos y medioambientales, superpuestos que gobiernan nuestras vidas. Tal vez lo más destacable no solo sea que éstos van en aumento o que surgen de modo impredecible en la incertidumbre habitual de nuestros tiempos, sino que ponen al descubierto la estrecha dependencia entre esferas, algo así como las conexiones inevitables entre el sistema político, sistema energético, sistema ecológico, sistema agrícola, el sistema de comercio y claramente los factores y las crecientes demandas sociales en distintos y más recónditos puntos del planeta.
Si es que en esta nueva geografía económica claramente es un hecho que "bailamos todos en un campo minado", con la clara convicción que no podemos impedir (a menos a corto plazo) la incierta y temible marea del cambio, al menos desde esta certeza, estaremos en condiciones de construir o rediseñar mejores barcos, metáfora que alude al rediseño de las organizaciones, instituciones, sistemas y procesos propios de la actividad humana.
Preguntas
Las preguntas que surgen de manera inevitable entonces, son: ¿Cuáles características, factores o estados permiten a un sistema adaptarse al cambio? ¿Cómo podemos ser capaces de crear mejores amortiguadores para cada uno de nosotros, nuestras comunidades, nuestras compañías, nuestras economías y nuestras sociedades?
La Responsabilidad Social claramente configura parte importante de esta nueva y necesaria capacidad de resiliencia, donde un sistema cualquiera, sea una empresa una organización o incluso sistema de gobierno, deberá ser capaz de mantener su objetivo central, pero al mismo tiempo su integridad ante circunstancias que han cambiado y que seguirán cambiando dramáticamente.
Lo anterior, sin que ello signifique que lo expulsen de "su valle preferido", pero aceptando desde la convicción e integrando lo mejor de las "otras alternativas disponibles o esperables", que le permitan preservar su capacidad adaptativa, sobrevivencia y legitimación desde un nuevo entendimiento y marco valórico: el bien mayor y la debida diligencia, como parte integrada de un Todo, cada día más consciente y dependiente. Y aquí ya desembarcamos en los terrenos de la Sostenibilidad, aunque algunos sigan insistiendo que se trata de un ámbito amorfo y aún no del todo claro.
Sin darnos cuenta, probable correlato de nuestros avances científicos-tecnológicos y el paulatino advenimiento de las democracias y una mayor conciencia social a nivel global, es un hecho que hemos llenado nuestro mundo de sensores (tecnológicos y humanos), y en la actualidad aquella información de retroalimentación derivada de esos mismos sensores se transforman instantáneamente en una poderosa herramienta para modelar el desempeño y oportuna adaptación de sistemas de gestión, integrando así la Responsabilidad Social como pilar clave de la estrategia y visión, amplificando de paso su resiliencia.
La urgencia radica en que hace mucho rato ya cruzamos los umbrales críticos y no resta otra opción, salvo el camino obligado de escoger la ruta de la mitigación, adaptación y transformación sistémica, que permita garantizar nuestra propia continuidad, lo que significa a grandes rasgos orientar todos los esfuerzos personales, empresariales, gremiales, institucionales y gubernamentales, para reorganizar dinámicamente los modos de operación a cualquier escala, resultante de cada una de nuestras acciones y decisiones que afecten directa o indirectamente la esfera de influencia.
Desafío
El desafío para las generaciones presentes y futuras, de acuerdo a muchos de los expertos en resiliencia y sostenibilidad de vanguardia, se reducirá a evitar cualquier falla detectada en una parte del sistema que afecte a la totalidad, consolidando estratégicamente una "adecuada nueva aglomeración", espacio donde tienen cabida la densidad, la diversidad del talento, el uso eficiente de los recursos, la reorganización dinámica, la modularidad y simplicidad; en otras palabras, la capacidad de conglomerarse y aglomerarse a la vez, según las circunstancias, para transitar a la resiliencia sistémica, que permita disminuir la fragilidad, asegurando una equilibrada sostenibilidad y permanencia.
Sea tal vez en su expresión más pura los sistemas caracterizados por la resiliencia -aun cuando éstos no cuenten con una línea base a la cual puedan retornar- aquellos que aceptan la capacidad de reconfigurase de manera continua y fluida para adaptarse oportunamente a circunstancias de cambio: ¡Aquí surgen los referentes sostenibles, los nuevos líderes y activistas sociales, la nueva comunicación y mecanismos de inclusión, y una nueva forma de entender la actividad colectiva Responsable y Sostenible!