El anuncio realizado el martes por Nicolás Massú remeció al país. Uno de los deportistas nacionales más exitosos decía entre lágrimas que dejaba el tenis después de 18 años de competencia.
Su trayectoria habla por sí sola: doble medallista olímpico en Atenas 2004, noveno del mundo ese mismo año, ganador de seis títulos en singles, 32 partidos victoriosos en Copa Davis, certamen en el que debutó defendiendo a Chile cuando apenas tenía 16 años.
Pese a que hay diversas opiniones, no es descabellado pensar que el viñamarino está dentro de los tres mejores atletas de la historia de nuestro país.
Su mensaje en la hora del adiós refleja el estilo de Massú. Recordó la frase "nada es imposible", utilizada por primera vez el 20 de septiembre de 2009 tras vencer al austriaco Stefan Koubek, en un match que duró más de cinco horas por Copa Davis, asegurando la permanencia del equipo chileno en el Grupo Mundial.
Esa forma de afrontar su relación con el deporte es quizás lo que más se recordará de un jugador que con honestidad reconoció que es imposible para él, hoy día, volver al primer plano.
Y como le dijo Fernando González a través de Twitter, ahora Massú vuelve a "la vida real".
En ese camino será muy fácil sentir cómo se olvidan sus grandes logros que emocionaron a todo el país.
Por eso resulta imperioso invocar a la memoria e impedir que el paso de los años comience a volver borroso el legado del tenista.
Y donde primero debiera comenzar el reconocimiento es en Viña del Mar, la ciudad donde nació, se formó como deportista y donde ha recibido solo promesas.
Diversas autoridades, en medio de la euforia, prometieron calles con su nombre, e incluso un gran estadio para el tenis que le rindiera homenaje, obra que quedó solo en un proyecto.
Ojalá a Massú no le pase lo mismo que a René Orlando Meléndez, otro deportista de excepción que triunfó en la Ciudad Jardín con la camiseta de Everton y que hoy sólo es un vago recuerdo, pues no existe un gran hito en la comuna que recuerde su gesta en los campeonatos de 1950 y 1952.
Solo Alberto Larraguibel y su caballo "Huaso" tienen un homenaje en la comuna mediante una estatua que hizo justicia después de la demolición del regimiento Coraceros, donde realizaron su inolvidable salto.
Nicolás Massú también se lo merece. Que nadie lo olvide.