El 7 de agosto tuve la oportunidad de participar en una reunión en ICARE, con la presencia del subsecretario de Previsión Social, y al día siguiente en el Séptimo Encuentro Nacional de Seguridad Social, al que concurrieron destacados expositores, incluyendo al Premio Nobel de Economía 2010.
Ambos eventos centraron su atención en los desafíos del sistema de pensiones, sin perjuicio del análisis comparado que necesariamente debe hacerse, con dolorosas experiencias que al respecto han vivido o están viviendo otros países.
Y es que hay una disonancia entre la forma en que nuestro sistema de capitalización individual es mirado desde el exterior; con admiración y respeto, y la discusión interna que hay en torno al resultado que el sistema de AFP ha mostrado en cuanto a las tasas de reemplazo o porcentaje que representa la pensión obtenida, respecto del sueldo, al momento de dejar el mundo laboral activo.
Sobre la tasa de reemplazo hay variada literatura, pero parece ser que el 70% tiende a ser aceptado mayoritariamente, y mencionado por quienes participaron en la creación del sistema hace más de treinta años.
Desarrollo económico
La pregunta que se instala en la discusión es por qué dicho porcentaje no se da en un gran número de casos. Y no hay "una" respuesta, sino que varias, y algunas derivan del éxito que muestra Chile en su desarrollo económico en los últimos decenios.
•El más evidente es que demográficamente Chile ha cambiado. La expectativa de vida de los chilenos ha crecido substancialmente desde que el sistema se creó en 1981. Hoy los chilenos viven bastante más que los 65 años en el caso de los varones, y más aún en el caso de las mujeres, que además se jubilan a los 60 años. En otras palabras, el monto reunido durante la vida activa debe ahora financiar una vida pasiva que ha aumentado aproximadamente en 7 años desde 1980.
•La tasa de cotización de alrededor del 10% se ha mantenido a pesar del cambio anterior y se muestra insuficiente para sostener una tasa de reemplazo cercana al 70%. Un aumento de la cotización podría ser financiada conjuntamente por empleadores y empleados para llegar a números más congruentes con la nueva realidad demográfica nacional.
•Al revisar las cuentas individuales de los cotizantes es notorio el hecho que se producen prolongadas lagunas impositivas, o subdeclaración, esto es que el trabajador impone por menos que su remuneración efectiva, con el propósito de incrementar su alcance líquido. El resultado golpea al momento de calcular la pensión.
Y los anteriores son solo algunos elementos a considerar cuando se analiza la disonancia de expectativas entre las pensiones recibidas y esperadas. Pero hay más.
Otros factores
No siempre los más jóvenes son conscientes que el ahorro inicial es altamente incidente en el cálculo de su pensión. Pero el retiro se ve lejos, por lo que junto con no hacer suficiente ahorro previsional voluntario, al momento de retirarse están con sueldos altos, porque han ascendido en la escala de remuneraciones y la comparación con su pensión proyectada, o tasa de reemplazo, se ve desmedrada.
Pero hay otra comparación compleja: la de las pensiones vigentes con los sueldos del personal activo en trabajos comparables. Y es que nuevamente Chile ha progresado y las remuneraciones han tenido incrementos reales, o por arriba del IPC, mientras las pensiones solo se reajustan por IPC.
Solo he mencionado algunas situaciones ampliamente debatidas y analizadas en los eventos mencionados al inicio de este artículo. Pero todas tienen algo en común: son hechos que han sobrevenido, pero de los cuales el sistema de AFP no es culpable.
Las AFP fueron creadas como organizaciones de propósito único: operar y maximizar los fondos previsionales de los trabajadores chilenos. Y de hecho la TIR que ha tenido el fondo C, el único con más de 30 años de vida, es de un 7,3%. Y con varias crisis económicas entremedio. Y han permitido, como externalidad favorable, que Chile posea un mercado de capitales avanzado y bien desarrollado.
Y si bien hay cosas que mejorar, no es lógico pensar en soluciones cuya experiencia mundial muestra fracasos, como los sistemas de reparto con pirámides poblacionales invertidas, o intervenciones del Estado, con la tentación de manejar políticamente fondos cuantiosos cuyo único fin es y debe ser sólo mejorar las pensiones.
Que las comisiones deben estar ligadas al resultado de los fondos: para estudiarlo. Que éstas debiesen ser distintas según el riesgo del fondo: digno de análisis. Mejorar el pilar solidario: atendible. Aumentar las cotizaciones: parece inevitable. Y muchas ideas más.
Pero, a no confundir causa con efecto. Las AFP han sido buenas administradoras y ahora debemos dar el salto de reconocer nuestra nueva realidad y mejorar el sistema, cuidando su esencia.