China da un importante paso de apertura con una nueva zona de libre comercio
Inauguración. En Shanghái, la capital financiera y comercial del país asiático, el Gobierno abrió de manera oficial un área donde se experimentará el libre cambio del yuan.
China dio ayer un nuevo paso en la apertura al mundo de su sistema económico y financiero, con el comienzo oficial de la nueva zona de libre comercio de Shanghái, un área experimental llamada a revolucionar su propio peso en la economía internacional.
Shanghái, que ya es la capital financiera y comercial de China y cuenta con el puerto mercante más activo del mundo, se dota así de un área donde experimentará, fuera de las fronteras chinas, qué ocurre si permite el libre cambio del yuan o deja los tipos de interés en manos del mercado.
Tras una ceremonia a la que asistió el ministro chino de Comercio, Gao Hucheng, junto al secretario general del Partido Comunista de China (PCCh) en Shanghái, Han Zheng, la nueva zona empezó a operar como tal, para lo que tendrá normas especiales distintas a las del resto del país, al menos hasta 2016.
Para hacer posible todo esto, las normas nacionales y locales que regulan la inversión extranjera en Shanghái serán suspendidas dentro de la zona de libre comercio durante al menos tres años, a partir de mañana, simbólicamente Día Nacional de China, tras lo cual se evaluará si continuar con más reformas en la zona.
Un primer grupo de 25 empresas chinas y extrajeras recibió ayer su permiso oficial para instalarse en la nueva zona.
Este "mini-Hong Kong" en las afueras de Shanghái, como lo llamó la propia prensa hongkonguesa, será la primera zona de este tipo en territorio continental chino bajo el Convenio de Kioto, y competirá con otras zonas similares asiáticas, como la de la excolonia británica, la surcoreana Busán o Singapur.
un proyecto necesario
Su creación, anunciada por sorpresa en julio, aprobada en agosto y puesta en práctica desde ayer, en apenas tres meses, sólo se explica porque nace con instalaciones logísticas ya existentes, y porque se trata de un proyecto defendido como una necesidad por el nuevo Gobierno chino, aunque afrontó una fuerte oposición interna.
El propio primer ministro Li Keqiang, cuyo Ejecutivo tomó posesión en marzo, arriesgó todo su capital político por hacer posible la nueva zona, a pesar de la fuerte resistencia que encontró entre los propios organismos económicos chinos, como sus reguladores del mercado de valores y del sector bancario.
Esto parece indicar la determinación del nuevo Gobierno por hacer reformas económicas y dar pasos en la apertura del mercado chino difíciles de imaginar durante la década anterior.
Li parece querer demostrar con Shanghái cómo su plan económico puede salvar a China de un aterrizaje forzoso, después de tres décadas de rápido crecimiento continuado.
Su receta económica (no a los estímulos ni a la inyección de capital desde Pekín, como se hizo ante el inicio de la crisis internacional, en 2008, y reformas estructurales) puede suponer ahora una ventana de apertura para la inversión extranjera en sectores antes vedados.
Los bancos podrán abrir filiales controladas completamente por ellos dentro de los límites de la zona franca, al igual que las operadoras de telecomunicaciones, mientras que los mercados internacionales de materias primas, como la Bolsa de Metales de Londres, podrán operar allí.
Riesgo de que el crecimiento se estanque
Algunos analistas señalan que el Gobierno está condenado a reformar el sistema económico chino, ante el riesgo de un frenazo repentino de su crecimiento de las últimas décadas, que podría extenderse como un descontento social poco deseable para la estabilidad del Partido Comunista al frente del país. Todo mientras ese crecimiento chino tiende a ralentizarse por la caída de sus exportaciones, por lo que Pekín quiere evolucionar hacia una economía más orientada a los servicios.