Ética e información frente al suicidio
La muerte de un menor constituye sin duda uno de los peores horrores para una sociedad.
Conmovida por la noticia de un nuevo suicidio juvenil en Viña del Mar, decidí analizar el caso con alumnos de Periodismo desde la perspectiva de la ética y la información. Un recurso relevante para profundizar el análisis fue un documento publicado por el Foro de Periodismo Argentino, que advierte que el suicidio es un problema grave de salud pública, cuya prevención requiere la atención de todos los actores sociales. Según el documento, existe evidencia suficiente para sugerir que algunas formas de cobertura periodística de los suicidios están asociadas con un aumento de estas conductas. Se hace referencia a estudios recopilados por la Organización Mundial de la Salud sobre el rol de los medios y su impacto en el comportamiento suicida.
El documento ofrece recomendaciones para comunicar, evitando promover pensamientos suicidas, especialmente entre los jóvenes. Se resalta la importancia de procurar un tratamiento informativo responsable y respetuoso, evitando estereotipar, generalizar, inculpar y caer en el sensacionalismo. La reflexión motivó entre los futuros periodistas una conversación en la que muchos reconocieron el suicidio como algo cada vez más frecuente entre sus pares, que se justifica a partir de lo que muchos intuimos: el bienestar material no asegura la integridad física y mental de nuestros jóvenes; muchos se sienten solos y son incapaces de encontrar una solución alternativa a los problemas propios de una edad compleja.
La muerte de un menor constituye sin duda uno de los peores horrores para una sociedad, pero el hecho de que esta sea autoprovocada nos exige reflexionar aún más acerca de qué está llevando a nuestros hijos a despreciar el más preciado de los tesoros: la vida. El reciente suicidio de una niña de 14 años, alumna de un conocido colegio viñamarino, justo un año después de que una compañera de curso quedara inválida por efecto de un intento similar, debe ser interpretado como una tremenda señal de alerta. Más que situarnos como espectadores pasivos del dolor inconmensurable que afecta hoy a esas familias, estoy convencida de que actuar es posible.
Como periodistas, tenemos el deber ético de lograr una difusión apropiada, que lejos de presentar el suicidio como una respuesta entendible para enfrentar problemas, contribuya a una campaña de sensibilización que enfatice salidas alternativas. En tanto, como padres, profesores y ciudadanos, debemos hacernos cargo de velar por la construcción de una sociedad que brinde condiciones necesarias para que nuestros jóvenes realmente aprecien vivir en ella.
Carolina Leonardini Aris
Jefa de carrera Periodismo, Universidad Viña del Mar