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Recuperación de un templo porteño

Con aportes propios y del Consejo de la Cultura han finalizado los trabajos de restauración del templo jesuita porteño.Los trabajos realizados en el templo lograron recuperar su belleza, y que aparte de ser un lugar para el culto y la oración, debe ser admirado por la comunidad porteña.
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El cuidado, mantención y restauración del patrimonio arquitectónico de Valparaíso, y sobre todo de los templos porteños, es una tarea que no debe dejarse de lado y contar con el apoyo de todos los sectores, pues junto a otros atributos, contribuyen a la notable calidad patrimonial de esta ciudad. Felizmente se ha dado término a las obras de restauración de la Iglesia Sagrado Corazón de Jesús, de los padres jesuitas, ubicada en calle Eusebio Lillo, a continuación de la avenida Pedro Montt.

El templo, construido en el año 1901 , en el mismo lugar en que se emplazaba la primitiva iglesia levantada en el año 1852, había sufrido serios deterioros con el terremoto de 1985 y que se agudizaron con el último gran sismo de febrero de 2010. Para alcanzar su puesta en valor, se unieron diversos organismos, encabezados por la propia a Compañía de Jesús, quienes lograron obtener financiamiento del Fondo para el Patrimonio Cultural del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes. Los trabajos quedaron bajo la responsabilidad de la Fundación Procultura, encabezada por su presidenta Ilonka Csillag y materializados por el Centro CREA, liderado por su directora Macarena Carroza. Fueron dos años de trabajos intensos, en los cuales se intervinieron unos 1.000 metros cuadrados de arquitectura interior y exterior. Después de un incendio que sufrió la iglesia y parte de la comunidad jesuita en 1962, se efectuaron algunas restauraciones, cubriendo con varias capas de pintura blanca algunas decoraciones e interiores, lo que también ocultó las pinturas del acabado más antiguo, las policromías del vía crucis de estilo bávaro y los dorados de las columnas, todo lo cual se ha recuperado con los actuales trabajos, incluyendo los vitrales y el pan de oro de dichas columnas, que han dejado al templo con su gran hermosura primitiva, en un trabajo digno de elogio para todos quienes intervinieron en las diferentes etapas y labores, que requirieron el aporte profesional y también mano de obra especializada en recuperación y el aporte de estudiantes y titulados del DuocUC.

Al ser entregadas las obras y antes de la bendición de ellas por el obispo diocesano, monseñor Gonzalo Duarte García de Cortázar, el ministro del Consejo de la Cultura, Roberto Ampuero, expresó su profundo agrado de participar en la entrega de las obras, que realmente constituyen un orgullo para la ciudad y que deben ser visitados por la comunidad porteña, ya que es un lugar donde celebrar la fe, un espacio tranquilo para la oración y para un encuentro con la belleza diversa de Valparaíso, como lo resaltó el padre Juan González.

Premios Ciudad Valparaíso

Amar una ciudad es mucho más que pagar las contribuciones...
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Que los premios hacen bien, es un dato de la causa. Que junto con alegrar, legítimamente, a quienes los reciben, permiten al resto reconocer los méritos de los premiados y a los terceros replicar las iniciativas probadas como buenas, también es cierto. No olvidemos que los premios sirven para detenerse un momento y agradecer, celebrar y difundir las cosas buenas de la vida.

Los reconocimientos generan un círculo virtuoso que no podemos desmerecer. Más todavía cuando los galardonados -cada uno desde lo su particularidad- tienen que ver con hacer de Valparaíso un lugar más alegre, culto, democrático, acogedor, solidario, tolerante y culto. Eso fue lo que pasó en la reciente entrega de los Premios Ciudad Valparaíso 2013 de Fundación Futuro.

Uno a uno fueron llegando los homenajeados al Café del Poeta, que por cierto estuvo muy merecidamente entre los galardonados. Así, en torno a un buen café y una mejor conversación (de esas que sólo se dan en los cafés porteños) se reunieron en una misma mesa el creador del TeatroMuseo del Títere y el Payaso con los propietarios de la Gran Bodega Pedro Montt, los editores de la revista Juguera Magazine y los directivos de la Corporación La Matriz. En la mesa contigua se cobijaron los ejecutivos de Naviera Ultramar con las directoras y protagonistas del documental 74M 2, el grupo de Guías y Scout Boers de la Escuela América y el rector de la Universidad de Valparaíso. Entre medio, como otros ciudadanos más, estuvieron el Ministro de Cultura junto al Intendente, el Alcalde y el Director Regional de Cultura.

El único que no pudo estar físicamente en estas mesas de apasionados amantes de Valparaíso aunque era uno de los premiados, fue quizás el que más le robó el alma a la ciudad a lo que todo poeta que se respete le ha cantado alguna vez. ¿Quién fue éste? Sergio Larraín, quizás el mayor fotógrafo chileno de todos los tiempos, el que no sólo formó parte de la Agencia Magnum sino que triunfó en el mundo, el que rastreó, uno a uno, los escalones porteños, no pudo estar -en cuerpo- (murió en Ovalle el 2012) porque que lo estuvo en espíritu, ¡no hay duda alguna!

Así, entre discursos, aplausos y abrazos, los premiados nos dieron una lección de trabajo esforzado y creativo y, sobre todo, de un espíritu citadino en el más amplio sentido de la palabra. Porque amar una ciudad, y sobre todo, a Valparaíso, es mucho más que pagar las contribuciones y no botar la basura a la calle, es -además- conocerla, valorarla y cuidarla. No en vano, Gabriela Mistral escribió con letras mayúsculas: "Ama a tu ciudad, que no es más que la prolongación de ti mismo".

Magdalena Piñera Echenique

Directora Fundación Futuro