Laicismo y legislación
Hay un error bastante frecuente, especialmente difundido entre personas que actúan en política, consistente en creer que la defensa de ciertas posturas morales sustentadas por la Iglesia implica necesariamente una defensa de carácter religioso; por lo cual no pueden ser también defendidas por individuos de pensamiento laico. Es tal el error que se observa en una declaración de algunos diputados del Partido Demócrata Cristiano, quienes, para justificar su apoyo a la proposición de la candidata de la Nueva Unidad Popular, en orden propiciar el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, expresaron: "no somos conservadores ni ultramontanos, el Estado se separó de la Iglesia desde 1925 y la construcción del orden social es una tarea en que debemos armonizar justicia con libertad"; y por ello han anunciado (así, a priori) su apoyo a legislar sobre el matrimonio dicho, tal como aparece en el programa de su candidata socialista.
Para el grupo mencionado, pues, aceptar semejante matrimonio es propio de personas que no sean conservadoras ni ultramontanas y que estén conscientes de la separación existente entre Iglesia y Estado en Chile. Lo cual significa que el rechazo a ese matrimonio solo puede provenir de conservadores y ultramontanos y de quienes no aceptan o no reconocen la separación. En lo que está implícito que aquél rechazo tiene fundamento exclusivo en la religión.
Ignoran o niegan estas personas que también un ateo y una persona de pensamiento laico podrían rechazar el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo, porque la idea de que solo puede haber verdadero matrimonio entre individuos de sexo diferente, por más que sea defendido por la Iglesia, no es una proposición emanada del dogma católico, y también se puede llegar a ella con base en argumentos puramente racionales. Afirmar lo contrario es creer que, por ejemplo, el rechazo al homicidio, que la Iglesia por cierto fulmina y que además aparece en el Decálogo, es algo que solo un católico puede aceptar. El ejemplo se podría repetir muchas veces.
Ahora bien, lo que sucede es que aceptar ideas como la del llamado matrimonio entre personas del mismo sexo (que, entre paréntesis, no necesitan ser homosexuales), con el argumento de que eso obedece a un pensamiento laicista, libertario, antidogmático, no conservador, no ultramontano sitúa en la cómoda posición de evitarse ofrecer argumentos que funden tales ideas. Así que los ciudadanos pensantes deberían exigir a esos diputados que digan por qué el llamado matrimonio entre personas del mismo sexo es algo bueno, deseable, concordante con los fines del matrimonio, etcétera. Que se justifiquen diciendo, en síntesis: como ese matrimonio es atacado por la Iglesia, nosotros lo defendemos porque no pertenecemos a esa Iglesia o porque somos laicos. ¿Será argumento suficiente?