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¡Qué bien que nos ha hecho la democracia!

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Por primera vez en la historia de Chile la elección presidencial será disputada por nueve candidatos. Muchos podrán decir que de todas formas las grandes coaliciones se llevarán el grueso de los votos, pero que existan tantos postulantes ya es una señal de cambio: hoy no tenemos solo a un par de referentes. Esto me hace decir: ¡Que bien que nos ha hecho la democracia!

El mundo político se ha abierto a diferentes sectores, ya no es solo la derecha o la izquierda, en su modo más tradicional. Tenemos muchos políticos dispuestos a presidirnos: Independientes, Ecologistas, Radicales y Conservadores, Liberales y Estatistas.

La gran mayoría de los candidatos tiende a querer solucionar problemas de turno como el empuje por una educación gratuita y de calidad. Otros se preocupan de los votantes seguros, hablando de propuesta en cuanto a la tercera edad y la salud.

Pero un punto donde todos tienden a apuntar es a mejorar las ciudades como foco productor de oportunidades, desde donde podrán ser los gestores del cambio de fondo que necesita el país. Ciudades más inclusivas y más integradas, permitirán tener un país más equitativo y cercano, así como enhebrar ese tejido social que le va faltando a nuestra democracia en desarrollo.

Eso sí, - un poco contrario a esta sensación-país democrática - he visto molestia por "candidaturas sin programa", como las he escuchado llamar. Ese sin sentido que les provoca a algunos, que les hace pensar que éstas no terminan de aportar nada a la discusión, es el hecho de sentir que candidaturas puramente con relato y sin propuestas refundan la mala versión (política) de un país en desarrollo y búsqueda de su afán y fin político.

Aquí es donde justamente veo que nos mantenemos divididos como chilenos. El real fin político debe ser cambiar las realidades actuales con más tejido social. Cambiar las desigualdades en un país con excelente estadísticas económicas y de crecimiento, cada vez con menos indicadores de pobreza, pero con mayores brechas laborales, educaciones y de salud; que reflejan la pobreza de los indicadores en sí mismos.

A lo mejor justo por la anterior, es que a algunos no les gustan las candidaturas que establecen mínimos morales y de desarrollo sin programa adjunto; ya que son esas las verdades más dolorosas de nuestro país: uno con oportunidades para algunos y no para otros. Entonces, si no damos - política y socialmente - con cambios de fondo las próximas elecciones no sólo tendremos nueve postulantes a La Moneda, sino todo un país mostrando sus dolores, achaques, penas, maltratos, transgresiones, vulneraciones, injusticias y desigualdades.