Lo ocurrido ayer en el "recuperado" Edificio Subercaseaux fue un momento estelar. Como si fuera un "clásico", jugado allí en Valparaíso, la cuna nacional del balompié. Eran dos portentos de la literatura futbolera continental, ubicados frente a frente, esperando el pitazo inicial para comenzar uno de los "partidos" más esperados del Puerto de Ideas 2013.
10:30 decía el reloj. A "estadio" lleno y expectante, el cronista chileno Francisco Mouat y el escritor mexicano Juan Villoro, los "rivales" invitados a la jornada "Literatura y fútbol: el gol de la Cultura", se lanzaron de inmediato al ataque. Habilidosos con la pelota en sus bocas y vistosos en sus jugadas verbales, como el mejor de los "10", desde los primeros minutos ambos respondieron "a la confianza" de la organización, vertiendo quizás las reflexiones más lúcidas de las tres jornadas del evento sobre un tema sencillo y complejo a la vez, apasionante y atrapante, del que la literatura y el periodismo han ofrecido gloriosos episodios: el fútbol.
En un partido limpio y disfrutado a concho por las decenas de asistentes, ambos hilvanaron vistosas jugadas. Mouat, autor de "Nuevas cosas del fútbol", partió al hueso: "¿Hay alguna actividad que tenga que ver con el alma humana que no pueda convertirse en literatura, que no pueda ser expresión artística? Yo pienso que cualquier materia, y más aún el fútbol como una actividad cada vez más compleja y relevante desde todos los puntos de vista, admite una mirada desde la literatura", sostuvo.
De inmediato Villoro, autor de "Dios es redondo" - un libro "entrañable", según dijo Mouat- recogió el pase. "Estoy de acuerdo. Toda experiencia humana es susceptible de ser narrada, incluso el fútbol, que tiene el problema contrario: nos llega ya narrado. De alguna manera, el futbol en sí mismo es un discurso, que no solamente sucede en la cancha, sino en la forma en que la gente lo ve y lo dota de mitología", apuntó.
CELEBRACIÓN Y PASIÓN
El mexicano retuvo la pelota en su lado, para posteriormente contraatacar. "La condición mental del juego me parece apasionante. Más que un cronista deportivo creo ser, como Pancho, un aficionado a la afición. Lo que más me entusiasma es por qué la gente se da vacaciones de sí misma, y un hombre que vemos más o menos razonable o incluso como un hombre gris, de repente el sábado se pinta la cara y empieza a pronunciar consignas extrañas y cantos de guerra. O esa persona olvidadiza, que no recuerda la fecha de su aniversario de bodas, sí recuerda que Carlos Caszely ese día metió dos goles. ¿Por qué tenemos la mente habitada por esas ilusiones?", inquirió.
Tras hacer una pared, intercambiando las motivaciones que los hacen escribir sobre "la forma de entretenimiento mejor repartida y organizada (la FIFA tiene más agremiados que la ONU, y le hacen más caso)", vino el momento de desplegar una brillante suerte de filosofía del festejo, analizando desde el besuqueo de Maradona y Caniggia, al festejo "canino" del nigeriano Amokachi y del mexicano Blanco, la "celebración degenerada" de los españoles del Sevilla Reyes y Gallardo, a las desopilantes excusas con que Hugo Sánchez justificó -certificado médico en mano- el por qué había exhibido sus genitales "de manera afrentosa" a la afición del Barcelona, apelando a un "aparcamiento accidental del pene" a causa del prurito. Todos datos, por cierto, apuntados en el extraordinario libro de Mouat.
La conclusión en el apartado pertenece a este último. "Celebrar un gol es probablemente la única razón de verdad por la que uno va a la cancha a ver a su equipo", anotó.
Villoro, en tanto, destacó que "celebrar un gol es participar del juego, y eso no es deportivo, tiene que ver con un estado de éxtasis peculiar. En el fútbol cristalizan mucho las luces y sombras de lo que somos, y en cierta forma es un espejo extremado, por eso como cronista me interesa mucho narrarlo, esas pasiones que se delegan incluso por los propios jugadores".
La celebración también será parte importante de "El gol más largo del mundo", título tentativo del libro que Mouat prepara, y que está dedicado a los 42 años que se cumplirán de festejos sucesivos del gol que el argentino Aldo Pedro Poy anotó un 19 de diciembre de 1971, jugando por Rosario Central a su archirrival Newell"s Old Boys. Tanto que finalmente significó el primer título de los "canallas". Lo significativo de este momento, inmortalizado magistralmente por Roberto Fontanarrosa en su cuento que lleva por título aquella fecha mítica, es que cada año se recrea por los rosarinos con Poy en persona, reviviendo esa mágica "palomita" que cambió las vidas de tantos hinchas. "Hay un delirio magnífico que tiene que ver con la recuperación del juego, de la infancia, con la imaginación desbocada y por supuesto la celebración infinita de un gol que es lejos lo más importante del juego", agregó Mouat.
"El problema de este rito y de Poy, ya no es cómo lanzarse en palomita recreando ese gol: ahora es cómo levantarse después de eso", bromeó Villoro.
CÁBALAS
El mexicano autor de "El testigo", fanático recalcitrante del Necaxa, tuvo palabras aparte para la superstición que los hinchas llevan al juego. Esas creencias las integran a la mitología del fútbol. "El hincha se siente en cierta forma responsable de lo que pasa en la cancha. Como en la historia extraordinaria de Fontanarrosa, los aficionados necesitan ellos decidir el partido y allí surgen todas las supersticiones", explicó, ejemplificándolo con cábalas tan absurdas como cerrar los ojos, ver un partido a través de una manta (porque alguna vez el equipo jugó mejor cuando ella cubrió la tele) o mantener a la abuela en la cocina durante todo el partido. Cábalas que, por cierto, resultan.
Lo uno lleva a lo otro. De la superstición al fanatismo desbocado. Como el que hinchas argentinos le transmitieron al propio Villoro, tratándolo de "degenerado" al admitir que en su país un hincha del América puede ir al estadio con otro del Guadalajara, haciendo así un paralelo con el Boca-River, que en sueños podrían aparecer juntos o relativamente próximos al interior de un estadio. O como esa vez que el azteca acudió a una charla a Rosario e, influido por la admiración a Fontanarrosa, tuvo la mala ocurrencia de definirse como cercano a Central: acto seguido la mitad de los asistentes (todos fanáticos de "Ñuls") se levantaron y se fueron. A esperarlo afuera, obviamente.
O también el fanatismo moderado, que en México se expresa en los hinchas que no dicen "ser" de un equipo, sino "irle". "Decimos "le voy". Yo "le voy" al Necaxa. Es un poco más prudente: como el destino de tu equipo puede ser el abismo, mejor que el equipo vaya adelante", admitió.
Mouat lo invitó a sumarse como pluma a su serie "Amor a la camiseta", donde ya han escrito autores-hinchas de la Unión Española, la Universidad de Chile y Colo Colo, y donde vendrán durante el primer semestre de 2014, los libros "Soy de Santiago Wanderers. Y de Valparaíso", y "Soy de la UC". A Villoro lo quiere con un "Le voy al Necaxa", iniciando así una serie internacional.
El mexicano siente la presión del rival, pero se desmarca temporalmente y se lanza con la reflexión final: "Ser hincha es un camino de dolor y sufrimiento. Escoger un equipo conforma el tipo de carácter que tienes. El que quiere pasar domingos fáciles apuesta por equipos poderosos. Creo que la última zona de intransigencia emocional legítima que nos queda en este mundo plural, es la afición por el equipo al que uno apostó de niño. Uno puede cambiar de orientación política, de pareja, de religión, de orientación sexual, incluso de sexo con operaciones, pero cambiar de equipo de fútbol es como negar la infancia. Es como decir, ya no soy ese niño que se ilusionó con unos colores, y no con otros.".
Los descuentos con las preguntas y la firma de libros de rigor, antecedieron al pitazo final. Y al abrazo entre ambos rivales. Gran partido. De lo mejor de este Puerto de Ideas.
"Celebrar un gol es probablemente la única razón de
verdad por la que uno va a la cancha a ver a su equipo".
Francisco Mouat
periodista chileno
"Creo que la última zona de intransigencia emocional legítima que nos queda en este mundo plural, es la afición por el equipo al que uno apostó de niño. Cambiar de equipo de fútbol es como negar la infancia".
Juan Villoro
escritor mexicano