Gustavo Lorca Rojas
Gustavo Lorca fue el mejor alcalde que haya tenido Viña del Mar en los últimos 80 años
No deja de ser una interesante coincidencia que tenga la oportunidad de escribir sobre Gustavo Lorca, hacia quien tuve gran admiración y cariño, precisamente en un día de elecciones, pues fue uno de aquellos políticos excepcionales, por los que, en atención a su integridad, dedicación, determinación y eficacia, puede votarse con auténtico entusiasmo.
Gustavo Lorca perteneció a la que, sin duda, fue la primera nueva derecha de nuestro país, formada por jóvenes liberales y conservadores -más ilustrados, urbanos y meritocráticos que los tradicionales caciques de sus por entonces naftalinosos partidos- a quienes el Presidente Jorge Alessandri convocó a su gobierno y que después, cuando sus viejas tiendas colapsaron, sentaron las bases de la centroderecha que décadas más tarde llegó al poder con Sebastián Piñera. Dos de las mayores figuras de esa generación provinieron de nuestra zona: el propio Gustavo Lorca y Pedro Ibáñez, otro político y ser humano extraordinario.
Es bien sabido que, designado para el cargo por el Presidente Alessandri, Gustavo Lorca fue el mejor alcalde que haya tenido Viña del Mar en los últimos 80 años. Y algo menos, que su voz fue la primera que pronunció las palabras economía social de mercado en nuestra Cámara de Diputados. Lo que a mí más me impresionaba era que, aún a una edad en que las personas suelen evitar las preocupaciones, don Gustavo se sintió siempre algo responsable tanto por el progreso de Viña como por la marcha de Renovación Nacional en la región. Cada vez que surgía un problema o había alguna decisión importante que tomar, convocaba a una de esas gratísimas cenas en su departamento de calle San Martín.
Pero creo que lo que más me agradaba de él era su modo de ser alegre y efusivo. Hasta los más difíciles momentos se volvían más amenos con su carcajada atronadora y sus ademanes afectuosos, reveladores de quien, por lo menos hasta la muerte de su mujer, parece haber disfrutado cada instante de su vida. Deja don Gustavo a muchos que pudimos aprender de él. Pero creo que él no habría vacilado en identificar como su más legítimo heredero político a nuestro Intendente Raúl Celis Montt que, aunque nada efusivo, al punto de parecer físicamente incapacitado para la carcajada, participa de muchas de sus cualidades, empezando por su radical integridad.