Adiós a Sir John Tavener
Para el compositor inglés Sir John Tavener (1945-2013), la música es un medio de alabanza al Creador (un Dios que no tiene rasgos metafísicos, sino rasgos sonoros y que acontece al hombre en su ser auditivo), y así su música está impregnada desde sonoridades griegas que la vuelven más luminosa; de allí su carácter Figural o de Ícono, porque es una figura situada en un cierto territorio (en un plano de inmanencia codificado) y, por tanto, se vuelve imagen, se actualiza a la luz de su territorialidad sensitiva.
La sensación sonora que provoca es figural e imaginativa, es la expresión sonora de esa creación, un artesano de la misma manera que un pintor de íconos (como Andrei Rublev) o de una catedral, un fabricante de vitrales o todo trabajo cuyo fin se convierte en una mayor fuerza expresiva de la trascendencia, pero en la inmanencia misma de las texturas materiales y, en este caso, de las estofas sonoras.
Son desde estas vibraciones sonoras que siempre se indica el otro mundo, donde se agencia lo otro (la Figura musical) y se abre la realidad a lo inefable. Tavener sabe que en su composición, en tanto sensación sonora, acontece y se expresa una ontología corporal de la trascendencia.
Para entender su música ese cierto carácter fenomenológico sensorial donde el sujeto y el objeto se co-constituyen, se co-actualizan y se co-pertenecen, hay que percibirlo en el sonido, en su forma más primordial, en el darse cuenta del valor sagrado de "nuevas vibraciones".
Tavener miraba hacia atrás y trataba de recuperar el paraíso perdido y no estaba por reinventar una música falsamente paradisíaca, sino por la creación de un nuevo sentido musical utilizando como bloque de construcción los elementos sonoros del canto religioso antiguo, específicamente aquellos rusos y griegos desde la propia materialidad del ritual bizantino, de vastas líneas melódicas de gran belleza, a menudo íconos, donde su memoria se mantiene.
En una fase bastante temprana de su obra tenía una forma de llegar a estados muy creativos en silencio puro y capturó estas obras en papel como visiones completamente psíquicas que él describe como "visión auditiva". Ello ha conducido su música dibujada espiritualmente como corrientes cristianas, ha logrado establecer una ecuación de arte planteada desde el ser que está suspendido en el tiempo, ello es, el ritmo de la vida que se revela en esa relación dicotómica de sincronía con la cotidianeidad y que interrumpe la diacronía del mero ritmo del transitar, del cual todos nos vamos adecuando en la búsqueda de una vida más pulsada, más gradual, de inconmensurable belleza, de un goce en la experiencia y en la sensación, que alcanza lo breve de la brevedad, del paso del hombre por su mundo inmanente.
Boris Alvarado y Ricardo Espinoza
Académicos PUCV