Las trece horas más duras en la vida del "Gendarme de Acero"
ATLETISMO. Carlos Fernández Erices corrió toda la noche para unir San Antonio y Valparaíso. Acá cuenta lo mejor y lo peor de este desafío.
Son las once de la mañana y la gente se pregunta por qué está la banda de la Armada y dos carros de Bomberos frente a la Corte de Apelaciones de Valparaíso. "Viene un tipo corriendo desde San Antonio", se comentan unos a otros. Los turistas sacan fotos pensando que la escena corresponde a la "magia" de la ciudad que las agencias les venden por internet. No, no es algo usual, de hecho, es algo inédito. Pero pasan los minutos y el atleta en cuestión no aparece por ninguna parte.
La banda toca, más que nada para entretener a los curiosos, pero al rato los músicos optan por protegerse del sol que ya golpea con fuerza. "Dicen que en 10 minutos más llega", explican las voces anónimas. Pero nadie sabe quién es el que viene corriendo. Es Carlos Fernández Erices, el "Gendarme de Acero".
Se trata de un atleta de 38 años, conocido no solo por su apodo, sino por proponerse desafíos que pueden parecer locuras. Generalmente lo hace para celebrar el aniversario de Gendermería de Chile, y esta vez la motivación fue la misma: correr los 108 kilómetros que separan la unidad penitenciaria de San Antonio con la de Valparaíso, terminando en el frontis de la Corte de Apelaciones porteña, donde se desempeña laboralmente en la actualidad.
Tenía que partir el martes a las 10 de la noche y pretendía llegar a la meta a las 10:30 de la mañana de ayer. No pudo cumplir lo uno ni lo otro. Por problemas logísticos, recién largó pasadas las 11 de la noche y arribó a su destino después del mediodía. El octogenario deportista Bruno Bernal, su escolta en esta aventura, informaría el tiempo oficial: 13:05:02 horas.
PROBLEMAS EN EL EPÍLOGO
En Tribunales mucha gente sigue sin saber qué está pasando. "Estoy en el camino La Pólvora", había informado él mismo por teléfono (sí, corrió con el celular en la mano y contestó todas las llamadas hasta que se aburrió), pero llegó a la cárcel y desde ahí se le perdió la pista. "Tenía que bajar por Carampangue, pero parece que le cambiaron la ruta… va a aparecer por Errázuriz", avisa el chofer del carro de la Undécima Compañía de Bomberos.
¿Más problemas? Para llegar a destino tiene que cruzar la Plaza Sotomayor, que justo a esa hora está repleta de manifestantes que participarán en la marcha de la ANEF. Imposible pasar por ahí, viene corriendo casi por inercia y cualquier roce puede desestabilizarlo. Si se cae, no se para más.
Decide evitar el tumulto y pasar frente al hotel Reina Victoria. Comienza a reconocer caras y al pasar por el edificio de la Comandancia en Jefe de la Armada escucha las sirenas de Bomberos. "Ahí supe que me estaban esperando", diría. Corre sereno los últimos metros, la gente lo aplaude, la banda toca, los turistas siguen sin entender nada y lo reciben las autoridades locales de Gendarmería. Fotografías, abrazos, pequeños homenajes. La ceremonia no dura más de cinco minutos y el "Gendarme de Acero" queda en paz, rodeado de apenas un puñado de personas: su novia, Bruno Bernal y un par de amigos que lo acompañaron en su travesía.
Se sube al ascensor de la Corte y asegura que no tiene sueño. Se ve cansado, pero no lo que uno esperaría de alguien que acaba de correr más de 100 kilómetros. Siguen apareciendo esporádicas felicitaciones, palmotazos en la espalda, saludos de sus colegas y de quienes trabajan en Tribunales. En un pequeño casino apenas lo esperan algunos vasos de bebida. "Póngase cómodo", invita, como si uno fuera el que necesita descansar. "Cuénteme", agrega, como si uno fuera el que tiene algo que contar.
"POR MI FAMILIA"
"Lo más difícil fue la cuesta Lo Zárate, saliendo de San Antonio. La salida de Casablanca también, sentía las manos hinchadas y muy heladas… tienen que haber sido como las siete de la mañana", repasa, asegurando que "lo importante es que esto se sacó adelante. Anímicamente terminé bien, nunca perdí la conciencia, sabía todo lo que estaba pasando".
Después de varios minutos, Fernández se acuerda de preguntarle a Bernal el tiempo total de la prueba. No le importa mucho la respuesta. Mira al barbudo atleta porteño y lo acusa: "Él me hizo hacer esta locura y ahora me está proponiendo que haga Arica-Tacna ida y vuelta". "Son cincuenta kilómetros de ida y lo mismo de vuelta. Tú acabas de hacer más de cien", le responde el experimentado deportista, que aclara que "yo no lo obligué. El año pasado sí le propuse que uniera el faro de Quintero con el faro Punta de Ángeles, pero lo de ahora fue idea de él".
Repasando sus más de 13 horas de trote, el "Gendarme de Acero" cuenta que el tramo final fue quizás lo más complicado. "Me llamaban por teléfono, me decían que me apurara. Algunos de buena forma y otros no tanto. En Playa Ancha mandé al diablo el celular". Y los últimos metros también tuvieron inconvenientes: vio que se preparaba la marcha de la ANEF y pensó que nadie lo iba a estar esperando.
"Divisé a los bomberos y a gente conocida, sentí la sirena de Bomberos y entré. Fue muy bonita la llegada, aunque traté de obviar algunos estímulos para controlar las emociones. No quería terminar hablando como los curaditos ni ponerme a llorar".
Sigue su relato, pero de repente se detiene. "Me estoy quedando dormido, no estoy hilando bien", confiesa. En la despedida, recuerda que le dedicó esta prueba a su hijo de cinco años, Carlitos. Los ojos se le llenan de lágrimas y le cuesta contenerse. "Yo no tengo que demostrarle nada a nadie, pero esto lo hago por mi familia, que es muy humilde, gente muy trabajadora. Si yo contara la verdad de cómo estoy viviendo, nadie creería lo que hice hoy día". La duda queda en el aire, pero ya no es momento de seguir preguntando.